miércoles, 16 de septiembre de 2015

LA DEGENERACIÓN LIBERAL

La Constituyente Liberal de septiembre de 2001 aprobó unos estatutos para el partido que luego fueron ratificados en la consulta interna de esa organización en marzo de 2002, los cuales se complementan con una plataforma ideológica, que constituye la base de la práctica política en ese partido y que tiene fuerza de ley por lo que se formula con base en la legislación vigente sobre los partidos políticos.

Dice el punto 10 de la citada plataforma que esa organización promoverá el liderazgo juvenil y la participación directa de los jóvenes en las estructuras del partido para contribuir al fortalecimiento del sistema democrático y la renovación política; y en el punto 15 señala que ese partido profundizará el proceso de democratización interna y que promoverá programas de capacitación para fortalecer sus líderes y el establecimiento de canales de comunicación con la comunidad, en concordancia con los antecedentes históricos del mismo partido que antaño fue grande y generador de procesos de cambio que mucho contribuyeron al fortalecimiento del desarrollo industrial, durante la fase histórica del capitalismo empresarial, pero siempre sostenido sobre un enfoque de corte popular.

Ahora para el siglo XXI se acomodó en el papel, porque en la realidad ese partido sigue siendo manejado por la Casa Gaviria cuya esencia es neoliberal, a la realidad del concierto político universal, ya cuando los modelos socialistas de economía planificada son anacrónicos. Pero sus dirigentes no se ciñen a la institucionalidad de la organización sino que actúan de manera amañada imponiendo siempre sus intereses individuales por encima de los planteamientos políticos del partido.

Lo menos que se podía esperar era que en los departamentos y municipios, que se preparan para elegir sus gobernantes, se observara la aplicación de los fundamentos ideológicos del partido. Por lo menos en los que se refiere a los dos puntos señalados de los veinte que conforman la plataforma ideológica ratificada por el elector primario en la consulta del 2002. Pero cuál renovación política si los dirigentes regionales por el contrario, tratan de aferrase al poder ya no sólo con criterio personal sino de manera nepotista, con sentido familiar? Cuál democratización interna, si quienes tienen la opción de asistir a los escenarios nacionales en Bogotá, voltean el ordenamiento de la democracia y aprovechan su posición para imponer a toda costa sus propósitos sin tener en cuenta las bases de la organización? Y eso sin hablar de la capacitación de líderes.


Pero lo sorprendente no es tanto que violen las reglas de la organización y en consecuencia la ley que la sustenta. Lo sorprendente y preocupante es que nadie diga nada. Ni al interior del partido existe un mecanismo que obligue a cumplir las normas, porque el llamado Veedor del Partido es una figura decorativa, ni mucho menos por fuera existen recursos para intervenir; y entonces  los militantes y simpatizantes del partido tienen que limitarse a mirar como simples espectadores toda la degeneración liberal

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