La
Constituyente Liberal de septiembre de 2001 aprobó unos estatutos para el
partido que luego fueron ratificados en la consulta interna de esa organización
en marzo de 2002, los cuales se complementan con una plataforma ideológica, que
constituye la base de la práctica política en ese partido y que tiene fuerza de
ley por lo que se formula con base en la legislación vigente sobre los partidos
políticos.
Dice
el punto 10 de la citada plataforma que esa organización promoverá el liderazgo
juvenil y la participación directa de los jóvenes en las estructuras del
partido para contribuir al fortalecimiento del sistema democrático y la
renovación política; y en el punto 15 señala que ese partido profundizará el
proceso de democratización interna y que promoverá programas de capacitación
para fortalecer sus líderes y el establecimiento de canales de comunicación con
la comunidad, en concordancia con los antecedentes históricos del mismo partido
que antaño fue grande y generador de procesos de cambio que mucho contribuyeron
al fortalecimiento del desarrollo industrial, durante la fase histórica del
capitalismo empresarial, pero siempre sostenido sobre un enfoque de corte
popular.
Ahora
para el siglo XXI se acomodó en el papel, porque en la realidad ese partido
sigue siendo manejado por la Casa Gaviria cuya esencia es neoliberal, a la
realidad del concierto político universal, ya cuando los modelos socialistas de
economía planificada son anacrónicos. Pero sus dirigentes no se ciñen a la
institucionalidad de la organización sino que actúan de manera amañada
imponiendo siempre sus intereses individuales por encima de los planteamientos
políticos del partido.
Lo
menos que se podía esperar era que en los departamentos y municipios, que se
preparan para elegir sus gobernantes, se observara la aplicación de los
fundamentos ideológicos del partido. Por lo menos en los que se refiere a los
dos puntos señalados de los veinte que conforman la plataforma ideológica
ratificada por el elector primario en la consulta del 2002. Pero cuál
renovación política si los dirigentes regionales por el contrario, tratan de
aferrase al poder ya no sólo con criterio personal sino de manera nepotista,
con sentido familiar? Cuál democratización interna, si quienes tienen la opción
de asistir a los escenarios nacionales en Bogotá, voltean el ordenamiento de la
democracia y aprovechan su posición para imponer a toda costa sus propósitos
sin tener en cuenta las bases de la organización? Y eso sin hablar de la
capacitación de líderes.
Pero
lo sorprendente no es tanto que violen las reglas de la organización y en
consecuencia la ley que la sustenta. Lo sorprendente y preocupante es que nadie
diga nada. Ni al interior del partido existe un mecanismo que obligue a cumplir
las normas, porque el llamado Veedor del Partido es una figura decorativa, ni
mucho menos por fuera existen recursos para intervenir; y entonces los militantes y simpatizantes del partido
tienen que limitarse a mirar como simples espectadores toda la degeneración
liberal.
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