A propósito del planteamiento del candidato Juan Pablo Matta sobre el tema indígena
regional, que no creo se deba descalificar imputándole fines electorales debido
a la pertinencia y oportunidad, ya que cualquier otro ciudadano pudiera haberlo
hecho y también sería oportuno y
pertinente, es conveniente destacar que otra vez el tema se debe poner sobre la
mesa, a ver si por fin se logra una solución a la situación que lleva ya
cientos de años en la historia de este departamento.
Es hora de cambiar el enfoque que el Estado y la
sociedad le han dado al asunto, por supuesto el Estado desde Bogotá, pero con
el consentimiento pasivo de los gobiernos territoriales que hacen el papel de
Pilatos. El caso debe ser buscando una posición de equilibrio donde ni tanto
que queme al santo ni tampoco que no lo alumbre; porque si bien es cierto que
la postura de la dirigencia indígena tiene la razón en muchas partes, también
es cierto que ellos son humanos y también se equivocan de modo que atornillarse
en una posición dogmática y sectaria en contravía de la dialéctica de la
historia, no es lo más favorable para ellos ni para el resto de la comunidad
territorial. Y del otro lado, tampoco se puede desconocer el gran valor que
tiene la cultura indígena, que encierra un cúmulo de potencialidades, que mucho
pueden aportar al mejoramiento de las condiciones de vida de la población
departamental.
El caso radica en la ausencia de una política pública
construida sobre la base de lo público y de la realidad histórica
contemporánea, que se erija sobre los fundamentos del Estado de Derecho, ese
modelo que crearon los alemanes por allá en la segunda década del siglo pasado.
Es necesario cambiar el enfoque de parte y parte porque, no todos los indígenas
piensan igual que sus dirigentes ni tampoco todos los de otros departamentos
piensan como los Cauca, como se puede ver en los del Valle, que aun manteniendo
los principios básicos de su cosmovisión, abordan la realidad presente con un
enfoque más pragmático y consecuente con el concepto de lo público. Pero sobre
todo, es necesario que desde el Estado se genere una pedagogía que muestre a
las comunidades los derroteros posibles frente a una realidad universal que
está afectada y contaminada por factores de poder global que condicionan
fuertemente los fenómenos locales, en eso que los japoneses han denominado la
glocalización.
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