miércoles, 4 de septiembre de 2013

LA ESPADA Y LA PARED DE SANTOS

Históricamente, las fuerzas del poder económico internacional han impuesto en los países atrasados y pobres, los paradigmas, modelos y políticas que les convienen a ellos, los ricos del mundo, los cuales casi siempre son antagónicos a los intereses y conveniencias de los pueblos de los países receptores. Para ello, siempre han necesitado de una oligarquía criolla como la colombiana, que tanto criticó Jorge Eliécer Gaitán, cuya postura es entreguista y antipatriótica, a cambio de las migajas que los ricos del mundo dejan caer de la mesa. Así, hoy vemos en Colombia que los hijos de los viejos políticos, quienes manejan el Estado, ocupan los cargos de ministros, viceministros o directores y se dedican a disfrutar del puesto mediante cocteles en los clubes sociales, viajes al exterior con viático y pasajes pagados por el fisco y a acumular semanas para una jugosa pensión. Creen que eso es gobernar y que les dieron el cargo sólo para echar vacanería.

Las fuerzas de poder mundial presionan al gobierno con mecanismos jurídicos del derecho internacional, que se legitiman con leyes internas, mediante los cuales imponen las políticas de sus conveniencias, que son vigiladas a través de los organismos multilaterales. Le chuzan el pecho al gobierno con amenazas de sanciones internacionales si llegan a evadir la imposición, que hoy en el sector financiero y fiscal empujan con el FMI y en el sector real con la OMC. La oligarquía, que recibe algunos beneficios del negocio, como el de las importaciones, se encanta con la situación y se olvida que en el interior del país existe un pueblo que aguanta y aguanta, pero no se sabe hasta cuándo.

Por otro lado, el gobierno se encuentra con un conjunto de situaciones internas, que al principio, como la enfermedad del cáncer, no se sienten. La gente del común se limita simplemente a comentar y quejarse en las conversaciones barriales y familiares, pero que van acumulando una energía social de descontento que no se sabe cuándo ni cómo revienta y es ahí, cuando el gobierno se ve en serios problemas.

Así está Santos ahora. El pueblo está levantado en protestas que políticamente no le convienen por motivos de reelección y aunque reconoce que las manifestaciones son justas por la grave situación que vive la economía rural y aunque su corazón le diga que debe atender las peticiones del campesinado, ahora es víctima del mismo invento de la oligarquía que firmó los compromisos e hizo aprobar las leyes que están llevando el país a la debacle. La capacidad de aguante de las comunidades rurales se agotó y las medidas cortoplacistas y coyunturales que está tomando para aplacar la protesta no son suficiente por lo que está posponiendo para dentro de unos años un levantamiento generalizado que inclusive, adicione las comunidades urbanas, por lo que se ve muy difícil que por ahora puedan desaparecer la espada y la pared de Santos. 

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