El sector agropecuario colombiano siempre ha
presentado un carácter dual con unos linderos claramente definidos, que
permiten diferenciar dos subsectores con especificidades propias, que requieren
también claras diferencias en las intervenciones de política sectorial. Por un
lado, un componente llamado “moderno”, ubicado principalmente en suelos de
topografía plana y condiciones agrológicas y edafológicas privilegiadas, fácilmente
mecanizable, con propiedad de grandes terratenientes y actividades económicas
típicamente capitalistas. De otro lado, en las zonas montañosas, un sector
conocido como “tradicional”, con formas de tenencia minifundista, frágiles
frente a la erosión, sin posibilidades de mecanización y dificultades para el
riego, donde se concentra la economía campesina con formas precapitalistas de
producción y cambio, pero dónde se produce el gran volumen de especies y variedades
que constituyen la canasta familiar.
No se sabe para cuál de los dos serán los recursos
de la prórroga del punto que se pretendía eliminar del 4 por mil, pero desde
ya, desde el lanzamiento de lo que el gobierno ha denominado el “gran pacto por
el agro”, se vislumbra que el apoyo le apuntará al subsector moderno, o sea al
de los terratenientes capitalistas; pues han sido los gremios que agrupan a estos
empresarios, los que estuvieron presente en el lanzamiento y entregaron al
gobierno extensos documentos con propuestas de mejoramiento, obviamente para
ellos.
Las zonas de economía campesina cuya estructura
productiva es atomizada, afrontan serias dificultades para la comercialización,
por lo cual exigen infraestructura y mecanismos comerciales adecuados a las
condiciones del mercado, hoy globalizado y por ello con mayores talanqueras
para el mercadeo, las cuales, sin la intervención apropiada del Estado, no
podrán superar y cualquier otro esfuerzo será vano. Ya lo enseño el Programa
DRI de López Michelsen: no bastan el crédito, el riego, la asistencia técnica,
el mejoramiento social y comunitario, si no se resuelve estructuralmente el
problema de la comercialización, que necesita de acciones esencialmente
estatales para crear la correcta dotación de medios físicos y mecanismos
operativos.
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