martes, 6 de agosto de 2013

TRATO A LAS ZONAS DE CONFLICTO

Destaparon las vías en el Catatumbo y se inicia el diálogo con el gobierno pensando, según dijo Santos, en el diseño y la prueba de un caso piloto tendiente a crear un esquema de ordenamiento regional que permita aplicar las reglas derivadas de la suspensión de la violencia por parte de los grupos armados ilegales, lo cual tiene mucho sentido lógico en territorios de conflicto como ese de Norte de Santander, que tiene mucha similitud con lo que ocurre en la cuenca del Río Micay en el Cauca desde hace muchos años.

El interrogante que surge es entonces, cómo hacer para desligar la política de convivencia y paz del gobierno colombiano con la política antidroga de Estados Unidos. Las zonas de alto conflicto en Colombia han podido sembrar los factores de violencia porque son regiones de economía campesina, colonización, sin vías ni infraestructura para el desarrollo, desconectadas del mercado nacional, donde por supuesto, florecen las formas precapitalistas de producción y cambio, sobre los fundamentos de la economía de subsistencia regidos, no por las leyes del mercado, sino por las leyes naturales del instinto de conservación de la especie humana.

La política antidroga del gobierno norteamericano no ataca el consumo interno que genera la demanda de su país y con ello la prosperidad del negocio del narcotráfico, sino que dispara contra la producción agrícola de la materia prima, lo cual no concuerda con las condiciones reales de las zonas de conflicto en este país, donde la actividad económica movida por la ley del instinto, establece como rama productiva predominante, la siembra de uno de los dos productos de economía campesina en regiones de minifundio que hoy tienen garantizada la solución de comercialización como son el café y la coca. El primero con una estructura institucional legal que hasta subsidios otorga, la cual, a pesar de Luis Genaro, es una salida fija para las ventas; y el segundo que de manera clandestina ha mantenido los compradores mafiosos con leyes que ilegalmente establecen y que son respaldadas por los grupos armados ilegales ya sean de guerrilla o de bandas criminales.


Una de las causas de la crisis en estos territorios de conflicto con cultivos de uso ilícito son las fumigaciones, las cuales se escapan de la órbita del gobierno nacional por cuanto obedecen a compromisos internacionales acordados con el gobierno de un poderoso país extranjero y que se convertirán en obstáculo para que tengan viabilidad los procesos de convivencia y paz. Las fumigaciones no sólo destruyen los cultivos prohibidos, sino que también acaban con las demás especies agrícolas que los pobladores necesitan para subsistir, las cuales no cuentan con estructura de comercialización porque el gobierno no ha logrado establecerla por motivos de las políticas neoliberales que niegan la intervención del Estado mediante la propiedad de infraestructura y la presencia en los procesos de mercado; así que mientras se mantengan estas mismas condiciones será muy difícil que se llegue al pertinente y consecuente trato a las zonas de conflicto.

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