Desde la última década del siglo pasado, los especuladores
internacionales del dinero y los capitalistas especuladores de todos los
pelambres, andan rodando por el mundo buscando dónde pueden realizar
operaciones clandestinas, dónde ganan más dinero y dónde les exoneran de
impuestos, sin importarles ni el tamaño del país donde llegan ni el lugar dónde
se encuentra. Les importa los paraísos fiscales, o sea lugares dónde los
gobiernos locales, a cambio de ganarse cualquier centavo, se hacen los de la
vista gorda y toleran todo tipo de maniobras financieras, incluidas las de
lavar activos financiados con dineros de dudosa procedencia.
Pero como el modelo de globalización se inspira en la
filosofía de “matar la gallina de los huevos de oro”, por el lugar que pasa el
ciclón de especulación financiera va quedando una estela de derrumbes y
catástrofes económicas que luego los gobiernos locales deben afrontar, casi
siempre sacrificando su propio pueblo. Ya conocimos el caso de Grecia y ahora
está sobre la mesa la situación de Chipre.
La prensa internacional informa que ese país requiere 10
mil millones de euros para salvar de la quiebra el sector financiero. Como
siempre, el Fondo Monetario Internacional se ofrece a tenderle la mano pero como
es su regla, a cambio de que el beneficiario de su intervención, o mejor, su
víctima, aplique estrictas y radicales medidas, que ellos llaman de ajuste,
para ahorcar al pueblo y sacarle del bolsillo los recursos para compensar su
supuesta ayuda. A Chipre le han solicitado que los contribuyentes paguen cuotas
para compensar las pérdidas de los bancos. Algo así como cuando el gobierno
colombiano creó el dos por mil, hace ya como quince años, para salvar a los
bancos de este país que estaban a punto de quebrar por la insolvencia de su
cartera morosa y la iliquidez.
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