Un interrogante que ha surgido en los últimos días a raíz del pánico
causado por el coronavirus se relaciona con los efectos en la economía de este bicho,
lo cual es procedente por el carácter global de los procesos económicos, donde
los sectores de la economía atraviesan fronteras y las fuerzas de oferta y demanda
toman cobertura universal, pero sobretodo, cuando últimamente se ha introducido
en la economía un fenómeno que se le denomina “economía conductual” y que se
refiere a la importancia de la psicología, la cultura, las emociones e incluso
la irracionalidad a la hora de tomar decisiones, como lo señalara el economista
Richard Thaler, a quien le otorgaron el Premio Nobel en 2017 por sus
contribuciones en este tema. El libre juego de la oferta y la demanda basado en
la racionalidad tradicional, se ve afectado por factores mentales, muchas veces
irreales, como consecuencia de las comunicaciones y los impactos de las redes
sociales, que crean imágenes virtuales y se convierten en conductas
económicas.
El pánico crea comportamientos en el consumidor que repercuten en las
fuerzas del mercado, generando demandas de bienes y servicios que en
condiciones normales no hubieran ocurrido y por supuesto, con ello surge la
oferta para satisfacer los pedidos, que termina generando ganancias
extraordinarias en algunas ramas de la actividad económica. Aparecen condiciones
favorables para que muchos empresarios inescrupulosos, realicen su pesca en río
revuelto y saquen su tajada ocasionada por las condiciones psicológicas de la
gente, en muchos casos sin los soportes científicos. Pero también ocurren
fenómenos ciertos que repercuten en algunos sectores de la economía y que
afectan los países donde estos sectores son relevantes. Es el caso del turismo,
por ejemplo, cuyo volumen se disminuye y golpea países que tradicionalmente se
benefician de esta actividad.
Ese fenómeno de la economía conductual, en el campo de la salud, se presta
también para propiciar negocios perversos de parte de algunos empresarios, como
se ha denunciado a través de los medios en casos anteriores, según se dijo
cuándo el tema del H1N1, resaltando que un gran negocio para las
multinacionales farmacéuticas, es crear las enfermedades y simultáneamente los
medicamentos para vender masivamente estos últimos obteniendo jugosas
utilidades.
Probablemente,
si la tecnología de las comunicaciones no estuviera tan desarrollada, no
circularían las alarmas y los efectos en la economía no serían tan fuertes,
porque, tal vez, las conductas del consumidor no estarían afectadas por
factores mentales, sino que la racionalidad del mercado sería la mista de
siempre, basada en el precio y la utilidad. Por eso hoy los linderos entre la
veracidad y la especulación están rotos y no se sabe a ciencia cierta cuál es
la realidad, más cuando también existen corrientes políticas malignas que
intervienen en la geopolítica mundial, la cual está permeada por la
confrontación entre los grandes núcleos de poder económico, que tratan de sacar
ventajas contra los otros. Lo cierto es que con este tema del coronavirus y sus
efectos en la economía global hay situaciones confusas y van más allá de la
simple afectación del mercado de capitales, otra arista que en la
postmodernidad, se ha convertido en asunto central de la economía, aunque se
aleja de su razón natural, cuya génesis se ubica en las reglas instintivas de
conservación de la especie, pero que hoy el capitalismo financiero ha
concentrado el protagonismo en el campo monetario, profundizando más la
distorsión de la economía.
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