martes, 3 de marzo de 2020

LA DISTORSIÓN DE LA ECONOMÍA

Un interrogante que ha surgido en los últimos días a raíz del pánico causado por el coronavirus se relaciona con los efectos en la economía de este bicho, lo cual es procedente por el carácter global de los procesos económicos, donde los sectores de la economía atraviesan fronteras y las fuerzas de oferta y demanda toman cobertura universal, pero sobretodo, cuando últimamente se ha introducido en la economía un fenómeno que se le denomina “economía conductual” y que se refiere a la importancia de la psicología, la cultura, las emociones e incluso la irracionalidad a la hora de tomar decisiones, como lo señalara el economista Richard Thaler, a quien le otorgaron el Premio Nobel en 2017 por sus contribuciones en este tema. El libre juego de la oferta y la demanda basado en la racionalidad tradicional, se ve afectado por factores mentales, muchas veces irreales, como consecuencia de las comunicaciones y los impactos de las redes sociales, que crean imágenes virtuales y se convierten en conductas económicas. 

El pánico crea comportamientos en el consumidor que repercuten en las fuerzas del mercado, generando demandas de bienes y servicios que en condiciones normales no hubieran ocurrido y por supuesto, con ello surge la oferta para satisfacer los pedidos, que termina generando ganancias extraordinarias en algunas ramas de la actividad económica. Aparecen condiciones favorables para que muchos empresarios inescrupulosos, realicen su pesca en río revuelto y saquen su tajada ocasionada por las condiciones psicológicas de la gente, en muchos casos sin los soportes científicos. Pero también ocurren fenómenos ciertos que repercuten en algunos sectores de la economía y que afectan los países donde estos sectores son relevantes. Es el caso del turismo, por ejemplo, cuyo volumen se disminuye y golpea países que tradicionalmente se benefician de esta actividad.

Ese fenómeno de la economía conductual, en el campo de la salud, se presta también para propiciar negocios perversos de parte de algunos empresarios, como se ha denunciado a través de los medios en casos anteriores, según se dijo cuándo el tema del H1N1, resaltando que un gran negocio para las multinacionales farmacéuticas, es crear las enfermedades y simultáneamente los medicamentos para vender masivamente estos últimos obteniendo jugosas utilidades.

Probablemente, si la tecnología de las comunicaciones no estuviera tan desarrollada, no circularían las alarmas y los efectos en la economía no serían tan fuertes, porque, tal vez, las conductas del consumidor no estarían afectadas por factores mentales, sino que la racionalidad del mercado sería la mista de siempre, basada en el precio y la utilidad. Por eso hoy los linderos entre la veracidad y la especulación están rotos y no se sabe a ciencia cierta cuál es la realidad, más cuando también existen corrientes políticas malignas que intervienen en la geopolítica mundial, la cual está permeada por la confrontación entre los grandes núcleos de poder económico, que tratan de sacar ventajas contra los otros. Lo cierto es que con este tema del coronavirus y sus efectos en la economía global hay situaciones confusas y van más allá de la simple afectación del mercado de capitales, otra arista que en la postmodernidad, se ha convertido en asunto central de la economía, aunque se aleja de su razón natural, cuya génesis se ubica en las reglas instintivas de conservación de la especie, pero que hoy el capitalismo financiero ha concentrado el protagonismo en el campo monetario, profundizando más la distorsión de la economía.

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