Los
fenómenos políticos de los países subdesarrollados, generalmente están
determinados por los acontecimientos de las potencias mundiales, ya sea mediante
influencia refleja o porque directamente intervienen a través de financiamiento
o con métodos como los que hoy se inscriben en la cyberwar, donde intervienen
los hackers ya sea para infiltrar escrutinios o para utilizar las redes
sociales en la manipulación de conciencias y conductas electorales.
Es
evidente que las élites de poder colombianas, si no se hacen protestas con
manifestaciones de hecho, no atienden las necesidades y problemas de las clases
populares. También es razonable el uso
de la movilización de masas para confrontar las políticas neoliberales que este
gobierno, inspirado en el pensamiento neonazi, está llevando al extremo e
imponiéndolas a la brava, exacerbando los ánimos y despertando el ímpetu de
protesta ciudadana. Más aún, cuando el gobierno nacional desconoce que estamos
en la Democracia Participativa y que en este régimen, prevalece la gobernanza
basada en el diálogo y concertación, por encima los procedimientos coactivos.
Pero no es procedente que dichas expresiones de movilización se alejen de los
verdaderos requerimientos de un movimiento político, cuyo enemigo no es la
propia sociedad colombiana, sino el modelo de la globalización financiera que
está deteriorando las condiciones de vida, no solo de los colombianos, sino de
casi todos los países del mundo, incluidos los europeos.
Se
está desperdiciando la oportunidad de ser la vanguardia política de una
propuesta anti-neoliberal, que aglutine y cohesiones a todas las clases
populares y a los empresarios nacionalistas, que también son golpeados por el
modelo, por dedicarse a las peticiones de intereses egocéntricos y economicistas,
donde se pide solo para ellos, en gran medida desconociendo la dialéctica de la
historia. Es como si el Papa reclamara los territorios italianos que antaño
fueron de los Estados Pontificios. Ni la dialéctica marxista ni la hegeliana
echan reversa. Una postura política que en lugar de unir y cohesionar a toda la
sociedad en torno a un proyecto con bases socialdemócratas similares a las que
contiene en el papel, sólo en el papel, la plataforma ideológica y los
documentos programáticos del Partido Liberal, totalmente opuestos a las
posturas neoliberales del Capitalismo Rentista, lo que hace es resquebrajar más
la unidad social, inclusive en zonas diferentes a Popayán, que es donde la
comunidad está más afectada y que carece de liderazgo social y político. La
dirección correcta unifica en lugar de dividir.
Lo
que Colombia necesita es un proyecto político de gran escala liderado por las
comunidades étnicas, al estilo de Bolivia, que confronte el modelo neoliberal global
patrocinado por los Fondos de Inversión con la complicidad de los neoliberales
criollos, y que siembre las condiciones para modificar la conducta electoral de
las bases, de modo que se pueda sustituir, el día de las elecciones, a quienes
hoy son los autores de las leyes que imponen los procesos institucionales y los
métodos de gestión pública orientados sólo a la disminución del gasto público,
el freno a la inflación y al pago cumplido del servicio de la deuda, dejando
abandonada la solución de los problemas y necesidades sociales. Pero los
líderes de la protesta se obstinan en pedir solo para sus comunidades, sin considerar
la realidad política del mundo y sus efectos en el sistema político nacional,
con lo cual lo que hacen es empotrar con más fuerza el dominio neoliberal en lo
que constituye la distorsión política de la Minga.
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