La designación de Alberto Carrasquilla como Ministro de Hacienda del
nuevo gobierno ha causa varios comentarios encontrados, algunos favorables y
otros al contrario, por supuesto los primeros salidos de los agentes del gran
capital y los segundos provenientes de estamentos académicos, debido a sus
antecedentes en el mismo cargo y a sus planteamientos que expone como
columnista de prensa.
Carrasquilla fue aquel funcionario que en 2006, el capitalismo financiero
internacional le otorgó el premio de “mejor ministro de hacienda”, porque pagó
cumplidamente en el mes de mayo de ese año, la suma de 5.8 billones de pesos
que se vencían en esa fecha, después de que el aprovisionamiento programado
desde el año anterior, había fallado por la caída de la venta de Isagen y
Granahorrar y una fallida reforma tributaria, entre otras cosas. Al finalizar
el 2005 renunció al cargo y Uribe no le aceptó la renuncia de modo que tuvo que
asumir el problema que después de varias maniobras fiscales logró superar y
finalmente el pago se hizo.
Este nefasto personaje es uno de los más grandes exponentes del
pensamiento neoliberal en Colombia, quien aplica fielmente la cartilla de
Harvard sobre las finanzas públicas, que en esta época del Capitalismo Rentista
con privilegio para los especuladores internacionales del dinero, ha reducido
la política fiscal a abrir un hueco para tapar otro y manejar un látigo para
sacarle el dinero del bolsillo de los ciudadanos de menores ingresos utilizando
a la Dian. A diferencia del propósito de la política económica de antes de 1980
cuyo horizonte era el pleno empleo, la de ahora es controlar la inflación para
lo cual las medidas contractivas de la demanda agregada son la esencia de las
decisiones políticas y en esto Carrasquilla es un experto, por lo cual la
política económica de los próximos cuatro años es perfectamente previsible:
exoneración de impuestos a los rentistas y a las multinacionales, aumento de
los impuestos indirectos, disminución de gasto público y privatización de los
bienes públicos.
La política fiscal, ahora reducida simplemente a colocar nuevos papeles
de deuda en el mercado de capitales para solucionar el flujo de egresos con la
prioridad de pagar en primer lugar los papeles colocados años atrás que llegan
al vencimiento incrementados con los intereses, será el epicentro de las
finanzas públicas, para lo cual todo el aparto tributario descargará su poder
con el recaudo del IVA. Y por supuesto, el gasto social pasará al último lugar
en las prioridades, porque eso es populismo. Para suplirlo, las privatizaciones
estarán en primera línea junto con el mecanismo de que cada persona pague de su
bolsillo los bienes públicos, que ya antes había pagado a través de los
impuestos; porque la plata de los impuestos no es para sostener pobres sino
para atender cumplidamente a los especuladores del dinero.
No
habrá sorpresas por lo tanto en el próximo gobierno en materia de política
fiscal, pues las directrices del capitalismo rentista que se difunden a través
de los organismos multilaterales son bien conocidas y conociéndose ampliamente
las posturas del nuevo ministro, los colombianos debemos simplemente aceptar y prepararnos
para recibir el libreto de Carrasquilla.
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