Salvo
que ocurran hechos trascendentales imprevistos, que cambien las tendencias con
que cerró el año 2016 la economía colombiana, lo cual no parece posible, el año
que comienza no muestra buenos augurios para el país, si observamos el
comportamiento de los fenómenos determinantes y las principales variables de la
economía. En repetidas ocasiones hemos dichos que la oligarquía colombiana,
además de corrupta, es inepta e incapaz de manejar el país, que todo lo hace
mal y por supuesto maneja mal la economía. Las autoridades económicas sumisas y
arrodilladas ante los designios del Banco Mundial, el FMI, la OMC y ahora
también de la OCDE, aplican conceptos de acuerdo a los intereses del
capitalismo financiero internacional, pero que no responden a las verdaderas
circunstancias de la realidad interna.
El
aparato productivo, fuente básica del verdadero crecimiento de la economía,
viene secándose desde hace ya varias décadas y el soporte del PIB está en
sectores terciarios donde el sector financiero es fundamental, lo cual es
contraproducente porque este es un sector parásito. La producción nacional con
alta dependencia de las importaciones y el dólar a un precio elevado, afronta
el encarecimiento de los costos internos de producción; mientras que las
exportaciones no responden, a pesar de la devaluación, por la baja
competitividad nacional, por la contracción de la demanda externa global y por
la recesión en los principales países clientes de los productos colombianos. Es
decir, la oferta agregada del mercado nacional tiene serios obstáculos para
contribuir a una situación favorable a las necesidades colectivas del país.
Por
el lado de la demanda agregada, el asunto es aún más preocupante; pues ésta
depende en gran medida de la inversión real, la cual no reacciona, ni en la
industrial, ni en lo agropecuario, ni en la minería. Y digo la real, porque
ahora le han dado a llamar “inversión” a los capitales de especulación, que
circulan en el sector financiero, pero que no aportan, ni a la oferta de bienes
y servicios, ni al incremento del ingreso nacional. Con el irrisorio aumento
del salario mínimo, la austeridad en el gasto público impuesta por los
organismos multilaterales, la filtración de ingresos de la gente hacia el Estado
a través del aumento de impuestos y la decadencia de las exportaciones menores,
principalmente, la demanda agregada se disminuye y así, peor para el aparato
productivo que no cuenta con los suficientes compradores para reactivarse, con
lo cual se generan factores recesivos.
De
modo pues que las fórmulas neoliberales impuestas en lo que va corrido del
presente siglo, ya comienzan a dar sus nefastos frutos mediante la acumulación
secular de traumas en la estructura económica, que ya están a punto de reventar
con efectos altamente nocivos para el conglomerado social, los cuales,
probablemente, comenzarán en este año, donde se vislumbra un preocupante
panorama de la economía.
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