En
los últimos años se ha venido cuestionando mucho el producto social de la
educación en Colombia, sobre todo cuando se examinan los resultados de la prueba
Pisa, donde los colombianos muestran cifras no muy convincentes. Pero esto es
el resultado de la evolución que a nivel global se viene dando desde los años
ochentas del siglo pasado, cuando la transformación del Capitalismo Industrial
hacia el Capitalismo Rentista o Capitalismo Postindustrial, arrastró todo un
conjunto de cambios en la esfera del saber, comenzando por el mismo paradigma
epistemológico que siempre ha tratado de explicar el conocimiento en general y
particularmente el conocimiento científico. En las ciencias naturales el
impacto no ha sido notorio, pero en las ciencias sociales las transformaciones
han sido de gran magnitud; cambios en la teoría económica, la teoría del
desarrollo, la sociología, la geografía, el derecho internacional, etc., dentro
de un conjunto paradigmático que hoy conocemos como el pensamiento neoliberal.
Por
supuesto el currículo educativo no podía estar exento. Con frecuencia
escuchamos quejas sobre lo que antes se enseñaba en el ciclo básico y hoy no
figura; es común el lamento sobre lo buena que era la escuela de antes y lo
malo que es la de hoy, donde los jóvenes carecen de muchos fundamentos que no
solo consolidan el intelecto, sino que cimentan la proyección social en el
contexto humano. Se quejan los de la anterior generación, porque ya no enseñan la
historia, ni la cívica, ni valores éticos, ni filosofía, ni las bases de una
formación humanística que ayude a desempeñarse con altura en el contexto
social.
Pero
claro; ahora la educación es neoliberal y por ello los fines son diferentes a
cuando predominaba la ideología de la modernidad propia del capitalismo
industrial. Ahora el pensum debe adaptarse a la ideología de la postmodernidad
cuyo primer fundamento es la globalización cultural, que significa la inyección
en el subconsciente de la persona, de los valores del mercado, el que además es
global, y con ello sometida a las reglas que imponen las siete potencias
económicas a través de la influencia del Banco Mundial. Las políticas
nacionales sobre educación, que difunde el Ministerio, son simplemente las
imposiciones de ese organismo multilateral, al que no le importa el pragmatismo
y la realidad nacional y territorial, sino el encuadramiento a los patrones
neoliberales que rigen para la aldea global, independientemente de que haya o
no pertinencia frente a la cultura local y los requerimientos del desarrollo
autóctono. Es una situación que, según se deduce de los comentarios
generalizados, pasa desapercibida como si el sector institucional de educación
no hubiera sido objeto de la intervención de parte de los organismos
internacionales de poder y por eso hoy en la opinión pública en general se
presentan las dudas sobre la educación.
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