martes, 13 de septiembre de 2016

QUIENES VEN EL VASO MEDIO LLENO Y QUIENES LO VEN MEDIO VACÍO

La polarización que se ha instaurado en el país por causa del plebiscito para refrendar los acuerdos celebrados con las Farc, se ha vuelto ya preocupante por el volumen de los ataques que de lado y lado, los bandos lanzan a sus opositores. Menos mal que el 2 de octubre cesará porque si se alarga el plazo puede ser peligroso.

Lo que se aprecia en la lectura rápida de la confrontación, es que por un lado, hay un bando que mira el pasado y con base en el principio de la venganza y el castigo, se preocupa por un grupo cercano a diez mil personas que cometió delitos, crímenes y atrocidades, a quienes no se les debe perdonar y concentran su preocupación frente al acuerdo en ese tema, reduciendo el alcance político de la negociación, al castigo de los infractores afirmando que es un error dejar en supuesta impunidad los delitos cometidos por los insurgentes. Por el otro lado, un bando donde están quienes piensan en el futuro y se preocupan por los cuarenta y tantos millones de colombiano que podrán recibir beneficios derivados de la negociación, ya que, si bien es cierto la simple firma del acuerdo no traerá la paz ni acabará el conflicto, sí es la apertura de una puerta y la creación de condiciones, para que si el conglomerado social quiere, se construya una nueva Colombia consolidando la verdadera democracia participativa. Lo que está en el centro del debate es por un lado, el pasado y el castigo de diez mil exguerrilleros; y en el otro lado, el futuro y la oportunidad de 45 millones de colombianos. Los unos reduciendo un proceso político trascendental en la historia del país, al castigo de un, relativamente, pequeño grupo de colombianos y los otros, valorando el fenómeno por el beneficio que puede recibir toda una sociedad cuando, por cumplir los acuerdos, surja una nueva organización social, una nueva realidad rural y una nueva administración pública, entre otros.

Los argumentos de unos y otros tienen mucha lógica y racionalidad de modo que en cierta forma el debate es válido; pero no parece muy sensato negar la posibilidad histórica de iniciar un proceso de transformación política que mucho puede cambiar las estructuras sociales de un país elitista y con alta desigualdad en el ingreso, corrupto y con una oligarquía inepta, por el solo motivo de que hay que castigar un grupo de delincuentes. No parece tener justificación histórica. Menos aún si los argumentos de los partidarios del pasado, cuando se refieren al futuro, son especulativos y puramente subjetivos; pues no existen ni antecedentes ni pruebas válidas para sustentar su fatalismo; mientras que los partidarios del futuro  se basan en hechos concretos como el texto de los acuerdos y la confianza de que la presencia de la comunidad internacional y la garantía de la ONU los hará cumplir. Pues por lo general el gobierno incumple los acuerdos cuando el asunto es puramente interno.


Al final no se sabe cómo se resolverá el debate sobre el plebiscito y habrá que esperar hasta el comienzo del próximo mes para conocer el resultado de esa confrontación que nos muestra sobre los acuerdos de La Habana, quienes ven el vaso medio lleno y quienes lo ven medio vacío.

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