Con la llegada de la modernidad como producto del
sistema capitalista, las ciudades se vieron abocadas a los conflictos por el
uso de la tierra urbana, sobre todo en las áreas donde tuvieron su origen y que
se convirtieron en el centro urbano. Ahí estaban las construcciones de sus
inicios que con el tiempo fueron adquiriendo valor histórico y cultural, en
contraposición a las necesidades de espacio que demanda la complejidad de la
vida urbana cuando los procesos sociales y económicos derivados de la
industrialización y la diversidad económica, fueron generando requerimientos
institucionales y servicios del Estado cuya localización, desde el comienzo se
ubicaba en los lugares históricos. Varios urbanistas, como por ejemplo Manuel
Castells, le dedicaron pensamiento al análisis del asunto y propusieron la
“teoría del centro urbano” destacando la importancia de las funciones que se concentran en estas áreas, que
constituyen el “corazón de la ciudad”. Usos comerciales e institucionales de
gran magnitud propician la concentración de movimientos y flujos que congestionan
el espacio y se convierten en un problema público y como tal, artículo de la
agenda de los administradores territoriales.
Popayán, de manera similar a la mayoría de ciudades,
está viviendo esta situación problemática. Coinciden el sector Histórico con el
Centro Urbano y con ello la contradicción entre conservación cultural y funcionalidad
racional de la ciudad, que tienen tendencias contrarias; pues la primera exige
la rigidez propia de la conservación y la segunda la flexibilidad propia de las
demandas cambiantes y complejas que evolucionan a la par de la economía y la
tecnología.
Por allá en los años ochenta, en la alcaldía de
Eduardo Carrillo, la administración municipal propuso una estrategia de “sacar”
el centro urbano del sector histórico extendiendo los usos del centro hacia el
norte con un eje peatonal en el puente de El Humilladero y una circulación
vehicular periférica cubriendo la zona de la “antigua estación”. Claro, se
generó la controversia con quienes argumentaban que trasladar los usos
comerciales e institucionales fuera del sector histórico sería la muerte de
dicho sector. Después vino el terremoto de 1983 y todo cayó por la borda. Ahora
vemos que la tendencia comercial no tomó hacia el norte sino hacia el occidente
enlazándose con la zona de La Esmeralda.
La
raíz del problema es, entonces, estructural. Hoy vemos el debate sobre la
peatonalización, el adoquinamiento de las calzadas, el estacionamiento de
vehículos, la capacidad vehicular de las vías, etc. pero ninguna de las
posiciones enfrentadas parece tener la razón, porque la raíz es de más fondo y
por ello la solución es de largo plazo y con medidas drásticas que modifiquen
las tendencias de emergencia espontanea en la vida social urbana; mientras
tanto y al igual que en muchas ciudades, seguiremos afrontando los conflictos
del centro urbano.
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