A propósito de los veinticinco años de la
Constitución del 91, cuando ha transcurrido tiempo suficiente para verificar
los resultados buenos o malos de la misma, el político Horacio Serpa propone la
realización de una Asamblea Nacional Constituyente para introducir las
modificaciones que permitan corregir aspectos relacionados con la gran
problemática que hoy ahoga a Colombia. No
se trata de volver a cambiar el tipo de Estado lo cual no es posible porque el
actual está blindado, sino realizar modificaciones puntuales a casos concretos
que hoy están haciendo daño al país.
El principal argumento de Serpa es que por la vía
del Congreso no es posible hacer las modificaciones, lo cual es totalmente
cierto. Todos sabemos que los congresistas no actúan motivados por el bien
general y las conveniencias del país, sino por sus intereses personales de modo
que no cambiarán las situaciones que les proporcionan beneficios a ellos, aunque
estén deteriorando la vida social colombiana. Por ello, según Serpa, es
necesario hacer la Constituyente.
Cuatro son los puntos que señala el viejo político:
la reforma a la justicia que, como ya se sabe públicamente, hoy está en manos
de delincuentes; la reforma al régimen político que, también se sabe
públicamente, hoy está en manos de delincuentes y gira en torno a la ineptitud,
la corrupción y el clientelismo; la reforma al régimen territorial que,
igualmente se sabe, hoy está en manos de mafias locales sobre todo de
contratistas y sumergido en el más aberrante centralismo bogotano que se
carcome la iniciativa y autonomía territorial; y un último punto que, también
la opinión pública conoce, dijo Serpa en una cadena radial “hay que hacer una
revisión profunda del modelo económico”, cosa que, si bien es cierto constituye
el epicentro de las calamidades, es el más difícil y con seguridad el punto que
le imprime la inviabilidad de la propuesta; pues las fuerzas de poder económico
mundial son muy fuertes y se opondrán con la seguridad de que estas fuerzas
siempre triunfan. A estos puntos habría que agregarle el cambio total del
Capítulo 2 del Título XII, que como lo hemos visto en este cuarto de siglo,
para lo único que ha servido es para degenerar la teoría y la técnica de la
planificación.
En los últimos años sólo habíamos visto a Serpa
empeñado en colocar a su hijo en la cumbre de la oligarquía colombiana y en eso
había concentrado su praxis política; pero no podemos desconocer la sensatez de
su propuesta, tanto porque los temas expuestos son ciertos, como por el
argumento de que el Congreso no hará los cambios que la nación necesita y que
son urgentes, por lo que la fecha que propone, dentro de dos años o más, no es
conveniente; pero hay que entender que el momento actual con el tema de los
acuerdos de la Habana y el plebiscito que busca el gobierno, no es apropiado, aunque
no por eso se puede desconocer en esa propuesta la pertinencia de Serpa.
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