Se cumplió
ya un cuarto de siglo desde cuando en 1991 salió el Gobierno por los medios de
comunicación a decirle a los colombianos que se había promulgado una nueva
Constitución Política y que a partir de ese momento y gracias a la nueva Carta,
correrían por el país ríos de leche y miel; que con ella había llegado el
futuro de bienestar, paz y prosperidad y que no nos preocupáramos, que nos
dedicáramos a disfrutar de ese paraíso que traería la Constitución. Ha
transcurrido todo este tiempo y todavía estamos esperando que ocurra lo anunciado
por el Gobierno.
Lo que sí
hemos conocido con el transcurrir del tiempo y como fruto de investigaciones
periodísticas y académicas, son antecedentes y causas del proceso que en ese
momento nadie percibió. Ahora sabemos de la influencia de los poderes
internacionales para propiciar los cambios, como los realizados por el señor
John Williamsom del Instituto para la Economía Internacional (IIE), que hoy se
llama Instituto Petersons con sede en Washington, esa misma entidad que
organizó y promovió la firma del Consenso de Washington en noviembre de 1989.
Hoy tenemos claro el gran interés del Capitalismo Financiero Internacional para
que en Colombia se realizaran los cambios estructurales necesarios para introducir
los lineamientos del Consenso y que la vieja Carta de 1886 no lo permitía. Lo
fundamental para el ellos, era la salida del Banco de la República del seno del
gobierno, el impedimento para imprimir dinero, la elevación a categoría constitucional
del control a la inflación y la nueva estructura de financiamiento del Estado, obligado
a recurrir al endeudamiento mediante colocación de papeles en el mercado de
capitales, que ya antes, mediante la Ley 51 de 1990, Rudolf Hommes había dejado
introducida. Para acomodar plenamente las normas a las conveniencias del
Capitalismo Rentista que desde 1980 se venía consolidando en el mundo mediante
la influencia política de los fondos y la banca de inversión, la Constituyente
desempolvó el viejo Estado Social de Derecho que los alemanes habían propuesto
en los años treinta, con el cual era más fácil propiciar la disminución del
Gasto Público para asegurar el pago cumplido del servicio de la deuda, que era
y es, la base del sostenimiento del modelo neoliberal que hoy rige.
Pero las
necesidades humanas, que supuestamente se iban a solucionar por la vía de los
derechos, siguen igual y las condiciones de vida de los colombianos peor. Los
indicadores como el coeficiente de Gini y otros de la medición socioeconómica,
muestran que la realidad social hoy es peor que en ese tiempo. Mayor
desigualdad social, mayor pobreza, más dependencia internacional, más desempleo
y lo más grave, mayor descomposición social con los fenómenos de violencia que
esta arrastra. Por lo tanto no hay mucho que celebrar en esta semana y más
bien, se requiere una reflexión profunda sobre el qué hacer para introducir las
correcciones, ahora que se avecina otro cambio histórico profundo en razón a
los acuerdos con la guerrilla, ya que después de hacer el balance y comparar los
hechos presentes con los anuncios del Presidente Gaviria, en Colombia casi nadie está conforme con
estos 25 años de paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario