martes, 19 de abril de 2016

LOS ESCENARIOS DEL FUTURO CERCANO

El posconflicto es una palabreja que introdujo en la opinión pública el gobierno nacional cuyo significado no se conoce a ciencia cierta, si se tienen en cuenta la etimología de la misma y se confronta con las condiciones de la realidad colombiana en que, probablemente, se aplicará, ya que el conflicto propiamente dicho no se terminará con la sola firma de unos acuerdos con un grupo guerrillero y el complemento de las acciones que se deben realizar por parte de los firmantes para dar cumplimiento a los compromisos. La situación sociopolítica nacional es heterogénea y compleja en estado de caos, que encierra muchos más elementos de los que se están señalando a raíz del proceso de la Habana.

Por ejemplo y para no ir muy lejos, los analistas se preguntan si las condiciones del sistemas político, las costumbres de los actores del régimen y las prácticas administrativas del gobierno central, entre otras, son adecuadas a los fines sociales que propone el discurso, cuando desde ya se está observando, por una parte, la rapiña de los gamonales territoriales detrás de los supuestos recursos que van a circular para financiar el posconflicto y por la otra, la oportunidad de los altos funcionarios de aprovechar estos mismos para comprar adhesiones y apoyos a causas futuras del proceso electoral. También se está viendo con facilidad a través de los medios cómo, al mejor estilo elitista y oligárquico de este gobierno de Santos, se reparten cargos y contratos con cifras jugosas a los hijos y parientes de quienes han usufructuado durante el último medio siglo las mieles del poder para continuar dentro de nuestra democracia hereditaria el mismo dominio de las castas que por demás, han demostrado su ineptitud e incapacidad de manejar el Estado colombiano. Ya se está viendo la adjudicación de cuantiosos contratos a ONGs para administrar recursos destinados a la pedagogía de la paz, que serán direccionados en las regiones por líderes de los movimientos políticos amigos del gobierno.

Ante este panorama y frente a las expectativas creadas por el mismo gobierno principalmente en territorios donde la presencia de la guerrilla ha sido más fuerte, la gobernabilidad será tormentosa y el conflicto cambiará de matiz: la frustración y el descontento de las comunidades será, probablemente, un factor que sustituya un problema por otro en la agenda del gobierno. Ya no será la guerrilla sino las marchas y la movilización social la que producirá el dolor de cabeza de los gobiernos territoriales; pues el nivel nacional como siempre, se limita a disfrutar de las francachelas en los clubes sociales bogotanos mientras que gobernadores y alcaldes afrontan directamente con sus comunidades las consecuencias negativas de las decisiones que se toman en la capital, desde donde se están construyendo desde ya los escenarios del futuro cercano.

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