La idea
generalizada es que el Poder Judicial es la carta de salvación de la gente
cuando la sociedad cae en un grave estado de descomposición moral y ética, que
hace muy difícil la vida humana en su seno; pero en Colombia cada día vemos
múltiples casos de decisiones judiciales plagadas de absurdos e injusticias que
hacen perder la esperanza de solución a los problemas de convivencia armónica
entre los individuos de la especie asociados en este espacio común. Ante la
pregunta a los jueces sobre las razones de sus decisiones, muchas de ellas
apartadas de toda lógica, absurdas y hasta aberrantes, siempre la respuesta es
que ellos han fallado en derecho. La conclusión es entonces, que los jueces son
buenos pero el derecho es el malo. Así, obviamente habría que cambiar el
derecho y actualizarlo a la realidad presente, para que los jueces sigan
fallando en derecho pero sin atropellar a la sociedad.
En el conocimiento
popular se considera que el derecho es el instrumento regulador de las interacciones
humanas en el contexto social, que permite la convivencia de todos y la
resolución de los conflictos derivados de estas interacciones o como dice el
diccionario, que es un sistema de normas que regula la convivencia social y
permite resolver los conflictos intersubjetivos mediante un “conjunto de leyes, reglamentos y demás
resoluciones, de carácter permanente y obligatorio, creadas por el Estado para
la conservación del orden social”. Por lo tanto, si esto es así, el derecho
debe evolucionar paralelamente con los cambios que con el transcurrir del
tiempo ocurren en la organización social.
Lo poco que sabemos
sobre el tema, es que esta disciplina contiene fundamentos que datan de Antes
de Cristo y otros de los siglos 17 y 18, época en que las interacciones humanas
en el seno del conglomerado social eran distintas a las de hoy. Con la
modernidad y más aun con la postmodernidad contemporánea, han surgido otros
tipos de actos deteriorativos de la convivencia, otros sujetos violadores de la
armonía entre humanos, otras conductas propias de la ideología reinante, otras
formas y procedimientos de la acción delincuencial, nuevas modalidades y por
supuesto, todos los efectos buenos y malos derivados de los avances
tecnológicos como la microelectrónica que ahora hasta hace parte de la vida
cotidiana. Pero temas como la prueba, la presunción de inocencia, los
procedimientos, los formalismos, los agentes del delito y otros intríngulis que
sólo conocen los abogados, quedan rezagados ante la realidad contemporánea.
De modo que ahora que se está discutiendo las reformas
a las instituciones que administran la justicia supuestamente para mejorar la
calidad de vida de la sociedad, que requiere de las reglas apropiadas para la
convivencia y con ellos lograr la tranquilidad necesaria para la vida en
comunidad, es también procedente que se entre a revisar la filosofía y la
teoría que sustenta dicha administración para evitar los desfases históricos
que conducen al país al anacronismo del derecho.
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