Tal como van las
cosas, el uribismo regresará al poder en 2018. Es un grupo que tiene postura
política bien definida; de la extrema derecha neonazi, pero clara y concisa;
tiene líder de conformidad con la cultura caudillista que impera en Colombia;
tiene organización con afiliados y todo; los militantes están ahí por
convicción y no por puestos o contratos; sin mermelada lograron el 21 % del
censo electoral y ante todo, poseen gran disciplina, obediente y sumisa frente
a su jefe y de manera contundente defienden los postulados neoliberales del
capitalismo rentista. Es decir, posee todos los factores que requiere un
movimiento político para triunfar. Mientras tanto, el resto, es una montonera
de politiqueros donde cada uno solo piensa en su propio beneficio personal sin
importar el futuro político nacional.
Se supone que,
según el trasfondo doctrinario que sustenta la praxis política, del otro lado
debería estar la doctrina que gira en torno a la socialdemocracia, la que
defiende el papel del Estado como conductor de la economía, como rector de los
procesos sociales y ante todo, como administrador de los bienes públicos, la
cual en teoría y en papeles, está a cargo del Partido Liberal que desde el
primer año de este siglo incluyó en su plataforma política un contenido de este
corte, pero que cayó en manos de la Casa Gaviria, quien introdujo el
neoliberalismo al país, y alejó al partido de los postulados consagrados en su
plataforma política.
Aunque no nos guste,
es lo único que hay. Es el partido que está afiliado a la Internacional
Socialista y el de mayor trayectoria y potencia entre los que se declaran
socialdemócratas, por lo cual el régimen político requiere su salvación. No es
adecuada la fórmula de Eduardo Verano, uno de los autores intelectuales de la
postura, quien al ver la torcida que se pegó el partico se alejó tratando de
crear otro frente socialdemócrata por aparte, sino todo lo contrario. Se trata
de que desde su interior, se geste una corriente que derrote el gavirismo y
enderece el rumbo de la organización encarrilándolo al tenor de la plataforma
vigente y los estatutos.
No ha surgido ni el líder ni la corriente que adelante
los procesos; pero en el seno del grupo se percibe la inconformidad con el
rumbo que ha tomado en los últimos años y el deseo de que la organización
retome la línea socialdemócrata y se aleje de esa manía de andar detrás de la
mermelada, sin ideas, sin propuestas y sin conciencia, para que pueda asumir la
tarea de enfrentar a la extrema derecha de la política colombiana. Ante los
errores que siguen cometiendo los grupos llamados de izquierda y los nuevos movimientos
surgido recientemente por fuera de los partidos tradicionales, la historia
política colombiana necesita de que al interior del liberalismo se desarrolle
un movimiento que se retire de las componendas electorales, se revele contra
los caciques que ocupan las curules en el Congreso y se concentre en un
verdadero proceso político que conduzca al rescate del Partido Liberal.
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