Tanta alharaca que
ha hecho el gobierno por la negociación que adelanta con las Farc, ha creado
gran expectativa y de verdad, muchos piensan que de culminarse con éxito el
diálogo, llegará la paz a Colombia. Nos recuerda cuando a mediados de 1991,
también desde el alto gobierno se nos dijo a los colombianos que llegaba la
nueva Constitución Política y que por esa nueva carta, iban a correr ríos de
leche y miel por todo el territorio nacional, que a partir de ese momento,
Colombia sería algo así como un paraíso terrenal. Pasados veintitrés años,
todavía estamos esperando ese paraíso y por el contrario, todo ha empeorado.
Se dice que sin la
presencia de esa organización guerrillera se aumentará la tasa de crecimiento
del PIB en más de dos puntos, porque hoy ese fenómeno de violencia es un
obstáculo para la actividad empresarial, lo cual es cierto. Pero hay que
preguntarse si eso basta, porque hoy existen otras manifestaciones de
violencia, principalmente en los centros urbanos, que también y con mayor
impacto, están obstaculizando la actividad económica, como ocurre con la
extorsión que en muchas ciudades alcanza niveles inimaginables.
La prensa nos
informa sobre el caso de Buenaventura, donde hasta los vendedores ambulantes de
las esquinas son víctimas del boleteo so pena de que las piquen en las macabras
casas del crimen. Hay barrios en Cali donde todos los tenderos tienen que pagar
cuotas a las pandillas organizadas que amenazan con la muerte o con la destrucción
del local comercial. El caso de Tuluá, que se hizo famoso por el Tino Asprilla,
es simplemente uno más, y así sucesivamente.
Según la
publicación de una revista bogotana, la Fiscalía General de la Nación dijo que
en el país existen 1.250 bandas criminales operando, más las que faltan por
comenzar cuando los actuales guerrilleros queden sin empleo. Según la
publicación, estas “son organizaciones
informales y pequeñas dedicadas al hurto, la extorsión y el microtráfico”.
La cifra es escandalosa.
Son muchos los
casos en que los empresarios, generalmente pequeños porque los grandes están
debidamente custodiados por su propios ejércitos de seguridad privada, se ven
obligados a abandonar la actividad económica porque no soportan la presión del
boleteo, lo que constituye un verdadero impedimento para el progreso de la
economía, cuando hoy se dice que la solución del desarrollo no es la
instalación de grandes empresa extranjeras sino el emprendimiento endógeno que
fortaleza la base económica.
Faltaría entonces, que en la política de paz del
gobierno se agreguen los mecanismos para neutralizar estos factores de
violencia que en las ciudades están haciendo tanto daño, o que se hable claro a
la ciudadanía limitando la publicidad oficial dentro de la dimensión real del
problema, para que no se crea que va a llegar la paz sin tener en cuenta la
limitación de los alcances de La Habana.
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