Dijo el Director de
la ESAP Territorial Antioquia en un evento realizado en Santander de Quilichao
que la palabra posconflicto estaba siendo usada, abusada y algo más,
significando que aún no se sabe eso con qué se come, por la intensidad
mediática que está colmando los oídos de la gente y creando grandes
expectativas sobre un evento cuyos resultados todavía están por verse. De todas
maneras, aunque el proceso de La Habana no llegue a final feliz, el país ya
está mentalizado de que es hora de entrar en una fase histórica de cambio de la
realidad nacional modificando elementos sustanciales de la vida socioeconómica.
El gobierno
nacional viene hablando de una paz que, según se deduce de sus propias manifestaciones,
se refiere a la paz de la oligarquía para beneficio de los ricos; porque la
verdadera paz, la del pueblo y la mayoría de los colombianos, no se construye
en Bogotá y mucho menos en Cuba. La verdadera paz, como construcción de un
clima de convivencia que facilite la vida armónica de todos los colombianos, es
un proceso que se debe realizar en cada municipio bajo el liderazgo de su
respectivo alcalde; pues cada territorio tienen sus propias especificidades y
es a partir de éstas que se organiza la vida social de modo que se trascienda y
sobrelleve el conflicto sociopolítico, que seguirá existiendo aunque hayan
desaparecido los grupos armados.
Surge entonces la
pregunta obligada: ¿tienen las administraciones municipales la suficiente
capacidad para responder a su reto histórico? Deseamos que se logre el fin de
los enfrentamientos armados y surja una posguerra en circunstancias favorables
para crear un mejor futuro para las generaciones venideras ya sin guerrilla.
Pero con ellas o sin ellas, cualquier construcción de futuro en un ámbito de
convivencia pacífica debe contar con la dirección del Estado que desde el nivel
municipal debe ejercer su competencia como rector de los procesos económicos y
sociales. Sin embargo, lo que hoy vemos es una administración municipal débil y
sin capacidad técnica y operativa suficiente para responder a la magnitud del
compromiso, comenzando por el personaje del alcalde, que es producto del
régimen político y opera amarrado a las mañas que dicho régimen le impone.
Comenzando por la elección del gobernante territorial,
que no surge mediante un proceso de verdadera democracia participativa sino por
la imposición de políticos tradicionales que manejan los votos cautivos
aprovechando el bajo nivel de cultura política que reina en Colombia, la
gestión pública municipal adolece de serias deficiencias técnicas, por lo que debe
desde ya iniciar los cambios necesarios para que en la nueva etapa de la
historia se presenten de manera adecuada las condiciones del posconflicto.
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