Uribe está furioso.
No quiere aceptar que sólo la quinta parte, o sea el 20 %, de la ciudadanía
colombiana lo apoya, mientras que la gran mayoría del ochenta por ciento no
comparte sus ideas; y de esta, el treinta por ciento salió a votar por Santos,
muchos de ellos no tanto por apoyar al presidente sino en contra de Uribe.
En concordancia con
los viejos refranes de que “todo pícaro y ladrón juzga por su condición” y de
que “el que las hace se las imagina”, el expresidente afirma que Santos triunfó
porque aplicó los mismos métodos que él utilizó para su beneficio en 2006,
desconociendo hechos como los efectos negativos de la “salida del cobre” de la campaña de
Zuluaga en los últimos días y de la publicidad negra en TV, así como también de
los efectos positivos para Santos derivados de que muchos personajes de la vida
nacional como dirigentes políticos, expresidentes y figuras de renombre, se
adhirieron a su campaña creando una imagen de confianza y la sensación de ser
un candidato de amplia gama política con inclusión de diversos frentes del
espectro social.
Lo duro para el
presidente, es que con el refrán al revés, no hay bien que por mal no venga.
Ahora el triunfo de la reelección significa un compromiso complejo y difícil,
por cuanto las elecciones pasadas son un campanazo de alerta que le muestra
situaciones desafiantes: la extrema derecha está agrupada en torno a su
caudillo y dispuesta a pelear metiéndole palos en la rueda al gobierno; y por
otra parte, el compromiso que se genera en torno a la paz como factor de unidad
y cohesión electoral, le obliga a adoptar un estilo de gobierno diferente al
elitista y oligárquico que aplicó en su primer período.
Ya él es consciente
según se deduce de las palabras de celebración cuando dijo que hará los
ajustes, cambios y reformas que sean necesarios. Veremos qué tan pragmático es
para interpretar la realidad nacional y manejar las condiciones políticas que
se derivan de todo el paquete económico y social que conlleva un verdadero
proceso de paz estable y sostenido que vaya más allá de la simple negociación
con la guerrilla. Tal como se está construyendo el escenario político futuro,
parece que Colombia irá en concordancia con el debate internacional de la
confrontación entre Neoliberalismo y Socialdemocracia. En el mundo ya no cabe
ningún socialismo. Y en el campo de las condiciones socioeconómicas, los apoyos
de la autodenominada izquierda y las promesas de última hora, le obligan a
introducir medidas de fuerte impacto en la estructura económica y en las
políticas macroeconómicas y sectoriales.
No sabemos qué
sucederá en el futuro inmediato pero la situación nos muestra que estamos
entrando en una nueva fase de la historia política nacional con altos efectos
en la vida económica y social, donde Santos, siendo un exponente de la
oligarquía y miembro de la aristocracia bogotana, tendrá que decidirse y tomar
una postura que lo sitúe a la altura de la realidad nacional, afrontando con
sabiduría el reto del nuevo gobierno.
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