miércoles, 11 de junio de 2014

EL MEJOR MINISTRO DE HACIENDA

Cuando se publica que el funcionario fue declarado como “el mejor ministro de hacienda”, cualquier persona piensa que eso se debe a que la realidad de las finanzas públicas está al máximo y todo perfecto. Que los hospitales no están quebrados, que los maestros están conformes con sus pagos, que a los contratistas no les deben actas, que las cuentas del fisco están al día. Pero no, no es por eso que se ganan el premio de mejor ministro de hacienda.

Cuando una calificadora internacional, como la Revista Emerging Markets, otorga ese galardón al funcionario, que en Colombia durante los últimos años han ganado Carrasquilla y Zuluaga, significa que al ministro colombiano le importa un carajo el gasto social y que es un servidor público arrodillado a los intereses del capitalismo financiero internacional. O sea que es un servidor servil. Desde que el capitalismo rentista cogió al Estado como marrano para realizar su lucrativo negocio especulativo prestándole dinero para balancear el presupuesto, la política fiscal se ha reducido simplemente a pagar cumplidamente la deuda, es decir a darle prioridad en las finanzas públicas al pago cumplido de los intereses y el principal al vencimiento de los papeles que están en manos de los  especuladores internacionales del dinero.

No es mérito entonces ganarse el calificativo de mejor ministro de hacienda. Es precisamente, todo lo contario de lo que el pueblo necesita. Es quedar bien con los ricos sin considerar las necesidades de los pobres y las situaciones financieras que viven los demás sectores sociales que también necesitan recursos públicos como salud y educación. Desde que se modificó la estructura de financiamiento del Estado mediante la ley 51 de 1990 y demás normas derivadas de la Constitución del 91, el fisco quedó sometido a las leyes del mercado de capitales y las funciones del ministro del ramo se concentraron en el servicio de la deuda. Algunos lo han hecho sin descuidar los demás conceptos del gasto público, pero otros, como los que se ganan el título de “mejor ministro” concentran su prioridad en atender a los acreedores.

Hoy se observa en la campaña por la presidencia un candidato que trata de lucirse en su publicidad mostrando este mérito, cuando en realidad lo que significa es un descrédito para un gobierno que seguramente queda bien ante los capitalistas del mundo y les quita el miedo de que en Colombia vaya a suceder lo mismo que en Grecia, pero para los ciudadanos nacionales no es ninguna gracia que se haya ganado el título de mejor Ministro de Hacienda. 

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