Cuando se publica
que el funcionario fue declarado como “el mejor ministro de hacienda”,
cualquier persona piensa que eso se debe a que la realidad de las finanzas
públicas está al máximo y todo perfecto. Que los hospitales no están quebrados,
que los maestros están conformes con sus pagos, que a los contratistas no les
deben actas, que las cuentas del fisco están al día. Pero no, no es por eso que
se ganan el premio de mejor ministro de hacienda.
Cuando una
calificadora internacional, como la Revista Emerging Markets, otorga ese galardón
al funcionario, que en Colombia durante los últimos años han ganado
Carrasquilla y Zuluaga, significa que al ministro colombiano le importa un
carajo el gasto social y que es un servidor público arrodillado a los intereses
del capitalismo financiero internacional. O sea que es un servidor servil.
Desde que el capitalismo rentista cogió al Estado como marrano para realizar su
lucrativo negocio especulativo prestándole dinero para balancear el
presupuesto, la política fiscal se ha reducido simplemente a pagar
cumplidamente la deuda, es decir a darle prioridad en las finanzas públicas al
pago cumplido de los intereses y el principal al vencimiento de los papeles que
están en manos de los especuladores
internacionales del dinero.
No es mérito
entonces ganarse el calificativo de mejor ministro de hacienda. Es
precisamente, todo lo contario de lo que el pueblo necesita. Es quedar bien con
los ricos sin considerar las necesidades de los pobres y las situaciones financieras
que viven los demás sectores sociales que también necesitan recursos públicos
como salud y educación. Desde que se modificó la estructura de financiamiento
del Estado mediante la ley 51 de 1990 y demás normas derivadas de la
Constitución del 91, el fisco quedó sometido a las leyes del mercado de
capitales y las funciones del ministro del ramo se concentraron en el servicio
de la deuda. Algunos lo han hecho sin descuidar los demás conceptos del gasto
público, pero otros, como los que se ganan el título de “mejor ministro”
concentran su prioridad en atender a los acreedores.
Hoy se observa en la campaña por la presidencia un
candidato que trata de lucirse en su publicidad mostrando este mérito, cuando
en realidad lo que significa es un descrédito para un gobierno que seguramente
queda bien ante los capitalistas del mundo y les quita el miedo de que en
Colombia vaya a suceder lo mismo que en Grecia, pero para los ciudadanos
nacionales no es ninguna gracia que se haya ganado el título de mejor Ministro
de Hacienda.
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