Desde que se
publicó el informe de OXFAM hace algunos meses, quedó claro el papel de la
política fiscal como factor determinante de la desigualdad social y mecanismo a
través del cual se extiende la concentración de la riqueza con su consecuencial
agudizamiento de la inequidad social. Por tal razón, uno de los temas que
deberían explicar los candidatos a la presidencia, es cómo será esta política
en caso de que lleguen al cargo, principalmente en lo que se refiere a los
aspectos tributarios, que es por donde directamente se producen los efectos; por
supuesto, sin desconocer el impacto por el destino del gasto público, que es la
otra parte del engranaje.
Después de que el
capitalismo rentista aprendió la lección de 1928 cuando su quiebra se dio por
haber colocado el capital en las empresas privadas, el “neorentismo” que rige
hoy, cree que está más segura su inversión si coge al Estado de marrano para su
lucrativo negocio. Por eso su estrategia fue ahogar al organismo castrándole sus
fuentes de ingreso, para obligarlo a financiarse mediante la colocación de
papeles en los mercados de capitales, donde los fondos y la banca de inversión,
debidamente agenciados por los yupis, hacen su agosto.
Pero el negocio no
podría prosperar sin la consecuente política tributaria, que se encarga de, por
una parte, exonerar de impuestos a los especuladores del dinero y por la otra,
a gravar a los asalariados y a asegurar el recaudo mediante la retención en la
fuente. Y para calmar a los empresarios, con el argumento de evitar la doble
tributación, les exonera del pago de impuestos por la repartición de utilidades;
y a quienes saquean los recursos naturales, no les cobran impuestos por sus
ganancias, porque estos pagan regalías, como si no fueran dos cosas diferentes.
Los electores
necesitan saber si este esquema establecido por el capitalismo financiero
internacional y monitoreado por el FMI va a continuar; pero sobre este tema los
candidatos no han dicho nada, o la gran prensa bogotana no ha hecho la
suficiente difusión. Solamente un candidato ha sido claro porque habla de la
confianza inversionista y la seguridad jurídica, que significa reiterar el
mismo mecanismo, o sea el de exonerar de impuestos a los ricos y mantener una
estructura regresiva cobrándole a los pobres para que los ricos, agrupados en
los fondos y la banca de inversión, sigan amasando fortunas y concentrando aún
más la riqueza en pocas manos. Pero los demás candidatos no han sido claros; ni
siquiera las autodenominadas de izquierda.
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