El proceso de La Habana no es
propiamente un proceso de paz, por cuanto la paz, entendida como la convivencia
pacífica de toda la sociedad, es mucho más que la suspensión de las acciones
armadas por parte de uno de los grupos ilegales; pero como sea, es un evento
que mucho contribuye a la construcción del clima de paz en Colombia, en razón a
que el grupo negociador es el más antiguo y más grande de los actores armados,
que nació con ímpetus insurgentes, pero que luego se criminalizó, siendo hoy,
entre todos los actores armados, el de mayor magnitud por lo que la terminación
de sus acciones violentas, traerá grandes beneficios al país.
Puede ser que lo que se negocia sea
simplemente la jubilación de los guerrilleros veteranos, pero esto no es motivo
para oponerse al proceso porque de todas maneras, los beneficios son
incalculables. Por eso no se explica uno, por qué existen grupos de la extrema
derecha fascista que sabotean el evento de Cuba, tratan de dañarle la imagen y buscan la
manera de que fracase. Al principio se pensaba que era por detener
políticamente a Santos, Juan Manuel; pero si la oligarquía que gobierna este
país es la misma, sea Santos o sea cualquier otro, las mismas élites de poder
seguirán manejando el Estado a su amaño. Entonces, qué les preocupa?
Examinando los documentos conocidos
sobre los acuerdos de la Habana, de los que escasamente se conocen dos puntos a
través de los comunicados oficiales, se nota que lo acordado hasta ahora no
incluye puntos concretos ni compromisos precisos. Lo conocido hasta ahora se
muestra gaseoso, genérico y sobre todo, son manifiestos de voluntad futura de
las partes y ahí es donde está el problema.
Tanto en el punto agrario como en el
de participación política, los acuerdos hablan sobre propósitos futuros acerca
de lo que se debería hacer en el país, lo cual abre las puertas para realizar,
ahora sí en concreto, procesos sociopolíticos que conduzcan a cambios de fondo
en la realidad colombiana. El establecimiento se compromete a crear condiciones
para propiciar la democracia económica y política y con ello el riesgo de que
en el futuro, las actuales élites de poder pierdan el control tanto de la
economía como del Estado que hoy ejercen para su particular y privado
beneficio. Miedo les da, de que otros apellidos pasen a ocupar los puestos que
hoy detentan ellos.
En
ese sentido, es fácil deducir que lo que les duele a los grupos fascistas, no
es tanto el miedo a la impunidad, sino los riesgos que al cumplir los
compromisos se crean en materia sociopolítica donde, si bien no serán los
actuales grupos armados quienes vayan a dominar, sí es la posibilidad de que
nuevas organizaciones sociales con arraigo democrático entren a liderar los
procesos sociales y a controlar el Estado y por eso se han creado los temores
al proceso de La Habana.
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