Siempre se ha afirmado que la violencia en Colombia
tiene causas subjetivas y causas objetivas, que se alimentan con factores
coyunturales y estructurales; por eso para alcanzar la convivencia pacífica,
que es su antagónica, no basta con que las guerrillas cesen sus acciones
armadas. Se requiere además otros mecanismos sociales que contribuyan a crear
el clima apropiado para la tolerancia, el respeto a la diferencia y la
comprensión paciente de las conductas ajenas.
Un fenómeno que se ubica dentro de las causas
subjetivas pero que está enraizado estructuralmente en la sociedad, es el
maltrato infantil, que siembra en las personas desde temprana edad, la cultura
agresiva y violenta, que luego cuando se
es mayor, se manifiesta en contra de sus semejantes. Varios estudios demuestran
que la mayoría de los sujetos violentos y criminales, han sufrido una niñez con
maltrato, llegándose inclusive, al reconocimiento general acerca de las
consecuencias de los gritos y golpes a los niños. Pero parece que a la sociedad
colombiana no le importara la situación.
Desde la época del “Pacto por la Infancia” como eje de la política social, no
se ha vuelto a ver un despliegue institucional tendiente a aliviar este mal que
agobia al país.
Fue cuanto el “Pacto por la Infancia” que se logró la
creación con instrumento legal de los consejos de política social para que a
través de ellos se implantaran mecanismos de gestión suprasectorial que
permitieran, con eje en la política de infancia, realizar acciones orientadas
hacia el desarrollo humano integral superando el sectorialismo de la oferta
institucional. Fue en esa época cuando se propuso otorgarle al maltrato
infantil la categoría de “asunto público” con la finalidad de que toda la
comunidad en su conjunto pudiera intervenir en los casos que abundan, sobre
maltrato y que hoy son considerados como un asunto privado a pesar del daño que
hacen a toda la sociedad. Siendo asunto público, muchos instrumentos sociales
se pudieran implantar para luchar contra este fenómeno que está incrustado en
la cultura colombiana y que mucho contribuye a la perpetuación de la cultura de
violencia operando como mecanismo de retroalimentación perverso.
Hoy el país está embelesado con la negociación de la
Habana, que sin duda es muy importante considerando que las Farc son el grupo guerrillero
más notorio, pero no se aprecia que otros aspectos de la violencia se estén
tratando aunque sea con mínima magnitud, siendo que varios de ellos, como el caso
del trato a los niños, no requieren de tanto esfuerzo político y probablemente
la extrema derecha uribista tampoco se oponga, por lo cual se hace necesario
que la sociedad colombiana también aborde este tema, como si fuera la otra
negociación de paz.
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