martes, 12 de noviembre de 2013

LA OTRA NEGOCIACIÓN DE PAZ

Siempre se ha afirmado que la violencia en Colombia tiene causas subjetivas y causas objetivas, que se alimentan con factores coyunturales y estructurales; por eso para alcanzar la convivencia pacífica, que es su antagónica, no basta con que las guerrillas cesen sus acciones armadas. Se requiere además otros mecanismos sociales que contribuyan a crear el clima apropiado para la tolerancia, el respeto a la diferencia y la comprensión paciente de las conductas ajenas.

Un fenómeno que se ubica dentro de las causas subjetivas pero que está enraizado estructuralmente en la sociedad, es el maltrato infantil, que siembra en las personas desde temprana edad, la cultura agresiva y violenta,  que luego cuando se es mayor, se manifiesta en contra de sus semejantes. Varios estudios demuestran que la mayoría de los sujetos violentos y criminales, han sufrido una niñez con maltrato, llegándose inclusive, al reconocimiento general acerca de las consecuencias de los gritos y golpes a los niños. Pero parece que a la sociedad colombiana  no le importara la situación. Desde la época del “Pacto por la Infancia” como eje de la política social, no se ha vuelto a ver un despliegue institucional tendiente a aliviar este mal que agobia al país.

Fue cuanto el “Pacto por la Infancia” que se logró la creación con instrumento legal de los consejos de política social para que a través de ellos se implantaran mecanismos de gestión suprasectorial que permitieran, con eje en la política de infancia, realizar acciones orientadas hacia el desarrollo humano integral superando el sectorialismo de la oferta institucional. Fue en esa época cuando se propuso otorgarle al maltrato infantil la categoría de “asunto público” con la finalidad de que toda la comunidad en su conjunto pudiera intervenir en los casos que abundan, sobre maltrato y que hoy son considerados como un asunto privado a pesar del daño que hacen a toda la sociedad. Siendo asunto público, muchos instrumentos sociales se pudieran implantar para luchar contra este fenómeno que está incrustado en la cultura colombiana y que mucho contribuye a la perpetuación de la cultura de violencia operando como mecanismo de retroalimentación perverso.


Hoy el país está embelesado con la negociación de la Habana, que sin duda es muy importante considerando que las Farc son el grupo guerrillero más notorio, pero no se aprecia que otros aspectos de la violencia se estén tratando aunque sea con mínima magnitud, siendo que varios de ellos, como el caso del trato a los niños, no requieren de tanto esfuerzo político y probablemente la extrema derecha uribista tampoco se oponga, por lo cual se hace necesario que la sociedad colombiana también aborde este tema, como si fuera la otra negociación de paz. 

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