Desde cuando, por
mandato constitucional, se abrió la puerta para la privatización de lo público,
a muchos capitalistas inescrupulosos se les abrió las agallas por la
posibilidad de hacer nuevos negocios en un campo hasta esa fecha reservado para
el Estado desde que este organismo fue creado hace ya muchos miles de años. Lo
público tiene la ventaja para el empresario de que en su mercado se presenta
una demanda con elasticidad-precio inelástica y esto permite penetrar al
mercado sin mayor esfuerzo de marketing; por el contrario, en lugar de que la
oferta se esfuerce por conquistar clientes, estos hacen fila para llevarle la
plata y pagar. Así, un grupo de inversionistas se dedicó a recorrer el país
para ganarse las concesiones, delegaciones o contratos, muchas veces
recurriendo a procedimientos poco éticos por debajo de la mesa. Algunos
apellidos ya han hecho carrera en esta materia.
Pero los
señalados inescrupulosos capitalistas se fijaron mucho en las ventajas del
mercado de lo público y en la facilidad de adquirir privilegios por la vía de
la corrupción corriente de los funcionarios y muy poco se fijaron en las demás
condiciones y características que significa el merado de lo público, que por su
esencia de origen natural, se alimenta de factores de manejo muy complejo,
derivados de la conducta del consumidor, que difiere profundamente de la
conducta del consumidor de lo privado y que genera graves problemas de administración,
con los consecuenciales efectos en la estabilidad financiera de la empresa en
el largo plazo. Así lo estamos viendo en el sector de la salud, en el
transporte y también en el terreno de los residuos sólidos como está ocurriendo
en Popayán. Cuando se adjudicó el manejo de las basuras en Popayán a la empresa
que hoy opera el servicio, mucho se dijo en la opinión pública acerca de la
negociación y hoy estamos viendo los resultados.
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