Cuando los hábitos y costumbres han generalizado el consumo de un bien y llega a un alto porcentaje de familias que lo compran, la metodología utilizada por los organismos oficiales incluye dicho producto en la canasta básica, sin considerar cuál es la causa de la masificación del consumo ni las bondades del producto con relación a la nutrición y la salud humana. No se juzga la racionalidad en la conducta del consumidor ni el juicio para tomar la decisión de compra, sino, simplemente, el hecho de que existe una elevada cantidad de hogares que lo adquieren. Es un tema estadístico, con el cual se aplica el índice, también estadístico, sobre comportamiento de los precios de productos de consumo. En muchas ocasiones dicho consumo masivo tiene origen en la tradición ancestral y en otros casos por efecto de los instrumentos de la sociedad de consumo que, mediante los medios de comunicación y la publicidad, coaccionan la conciencia humana que, complementada con los mecanismos de marketing que facilitan el acceso al producto, conducen a las familias hacia la compra y consumo del bien o servicio.
Por supuesto, es un asunto de los derechos individuales y las libertades ciudadanas, que permite a cada uno consumir lo que desee, independientemente del bien o mal que le haga, lo cual es respetable; pero también es cierto que es deber sociológico del Estado, hacer pedagogía y orientar a sus súbditos para evitar que la comunidad caiga en el abismo. El Estado es el rector de los procesos económicos, sociales e institucionales y como tal, debe establecer políticas salvaguardado el bienestar general y el bien común en al marco del interés público. Si las comunidades por su propia iniciativa, van rumbo a su destrucción, el organismo no debe quedarse de brazos cruzados como simple espectador, sino que debe regir la trayectoria para mejorar las condiciones de vida de toda la comunidad.
Es de público conocimiento y así lo han señalado
varias fuentes científicas, que las bebidas gaseosas son perjudiciales para la
salud humana, porque contienen factores que propician enfermedades, además de que
no contienen ningún valor nutricional; de modo que es deber del Estado intervenir
en el mercado, para propiciar la disminución del consumo o la disminución de la
demanda efectiva, lo cual en un sistema de mercado, se logra mediante la
elevación de los precios que, si no se produce por el juego de oferta y
demanda, se puede lograr con una intervención deliberada que incremente el
precio mediante una externalidad, para que la demanda baje. Según la teoría
económica, esto se puede hacer mediante impuestos, que elevan el precio y con
ello los segmentos de más bajos ingresos disminuyen el consumo, según lo
establece la teoría referente a las leyes del mercado. Es decir, el impuesto
beneficia la salud pública de los segmentos de ingresos más bajos que son los
mayormente afectados en la salud humana. Por supuesto, todo, dependiendo de la
elasticidad de la demanda del producto, ya que cuando es inelástica, la
disminución del consumo es insignificante; pero, de todos modos, el Estado
cumple con su deber de hacer promoción de la salud y prevención de la
enfermedad, porque con ello contribuye a que exista una menor proporción de la canasta
con gaseosas.
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