martes, 2 de febrero de 2021

LA RESISTENCIA DE LA CULTURA LOCAL

Con este fenómeno de la pandemia y los esfuerzos del gobierno local por implementar medidas que disminuyan la velocidad del contagio, motivado por la saturación de dotación de camas UCI en los centros de atención hospitalaria, se reiteran conclusiones relevantes sobre el papel de la idiosincrasia, cultura o simplemente ideología, que rige la conducta individual de las personas en el marco de la vida social o comunitaria. Por supuesto, eso ya se sabía desde tiempo atrás, porque el conjunto de valores y normas de comportamiento que se basan en los patrones mentales, siempre ha sido un factor determinante en los procesos que el conglomerado humano realiza en materia económica, social, ambiental o institucional. Tanto que cuando se habla del desarrollo regional o el desarrollo local, a este aspecto se le atribuye papel determinante en el éxito a fracaso de las empresas colectivas orientadas al fortalecimiento o elevación del desarrollo. 

Estos patrones mentales que rigen la conducta humana son tan fuertes, que para modificarlos se necesita de la renovación generacional, o de herramientas institucionales muy potentes, que propicien el ajuste de pensamiento y conducta, las cuales deben ser impulsadas por los organismos del Estado y debidamente diseñadas para el logro de los objetivos, la cuales además, requieren de sabiduría, sagacidad, habilidad y capacidad gerencial de los gobernantes locales. Caso contrario, habrá que esperar que los medios de comunicaron y los instrumentos publicitarios realicen su trabajo por sí solos. 

En Cali existe un patrón de conducta social muy enraizado que hace parte de la idiosincrasia local, el cual está asociado a la música, el baile y la integración social en actividades recreativas o de esparcimiento. Casi que el principal satisfactor de la necesidad humana de ocio, al decir de Max-Neef, es la rumba. Así, alcanzar la disciplina social que el gobierno quiere para disminuir el contagio, es muy difícil y las medidas coactivas y represivas son insuficientes. 

La cultura local encierra los patrones de conciencia colectiva que no cambian de la noche a la mañana, simplemente porque se dicta una norma. En la época del “Cali Sucursal del Cielo”, entre 1965 y 1975, no hubo normas y la conducta cívica de la gente operaba de manera automática e instintiva. Igualmente cuando se derrumbó el civismo a partir de 1980, tampoco se dictaron normas. Fueron otros factores. 

Por esas razones y con el fin de que el Estado no pierda su misión de ser el rector de los procesos sociales, económicos e institucionales del conglomerado humano, para efecto de que su rumbo no se anarquice sino que se oriente al logro de fines de interés general y beneficio público, es que se han creado los conceptos y los instrumentos de gestión pública que hoy descansan sobre la gobernanza, para desarrollar la democracia participativa. Pero la aplicación de este paradigma en cualquier caso necesita de sabiduría y técnicas adecuadas. 

Lo cierto es que por más toques de queda y demás normas para hacer que la gente se quede encerrada en casa los fines de semana, serán insuficientes ante el ímpetu de la cultura local. Por eso cada fin de semana es sorprendente la cantidad de fiestas y reuniones sociales, muchas de ellas clandestinas, que la comunidad caleña realiza para darle salida a las costumbres y tradiciones que están empotradas en la conciencia colectiva de la comunidad y todo debido a la resistencia de la cultura local. 

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