La ciudad
de Bizancio durante muchos años fue la gran capital del cristianismo, en época
en que este pensamiento no solo era religioso sino político, localidad que
luego tuvo otros nombres hasta el de hoy que se llama Estambul y queda en
Turquía. Cuenta la leyenda, que un día de mayo de 1453, los grandes pensadores
y los actores principales del gobierno de la ciudad, se trenzaban en profundas
disquisiciones teóricas y detallados debates acerca de cuál sería el sexo de
los ángeles que hasta ese momento las escrituras no había aclarado, por lo cual
no se sabía si eran hombres o mujeres, mientras las tropas turcas llegaban a
sus puertas para invadirla y tomar posesión del territorio. Pero para ellos,
más importante era el sexo de los ángeles. De hecho, desde ese entonces y
después de haber pertenecido a Grecia, al Imperio Otomano y al Imperio Romano
de Oriente, es parte de la dominación turca como hoy, que pertenece a Turquía.
A raíz de
ese episodio histórico se ha generalizado el término de las discusiones
bizantinas, cuando la comunidad afronta serios problemas o están en la agenda
de gobierno importantes temas de carácter público, pero en los centros de
decisión para resolver los asuntos políticos, le dedican tiempo y desgaste a
temas intrascendentes o que distraen el análisis de los temas verdaderamente importantes,
como la simbología del carriel y su institucionalidad o la fijación de una
pintura en el muro de una edificación emblemática de la ciudad.
Este no es
tiempo para dedicarle tiempo a la discusión sobre el sexo de los ángeles,
cuando la incertidumbre pesa sobre el devenir histórico de la nación y el
territorio. Por ejemplo, la opinión pública no sabe la verdad sobre el 5G ni
sobre los efectos del Nuevo Orden Mundial, en caso que se logre implantar, o de
la Nueva Ruta de la Seda, si es que la geopolítica se resuelve por este otro
lado. Se sabe que se requiere un nuevo modelo de desarrollo regional y local,
pero no se ha trabajado en el diseño del mismo. Los planes de desarrollo
territorial que se acaban ser aprobados con horizonte al 2023, desde ya
nacieron anacrónicos, por lo que es necesario definir los términos de su
ejecución y los enfoques que debe tomar la gestión pública territorial para asumir
su responsabilidad en materia de conducción de los procesos sociales,
económicos e institucionales.
Es
necesario por lo tanto, definir la nueva agenda pública con participación y
compromiso de todos los actores sociales, iniciando con las reflexiones y
análisis de los diferentes problemas y necesidades colectivas, económicas,
sociales e institucionales, implementando dinámicas pertinentes, con dotación
de las herramientas técnicas que las circunstancias exigen y que hoy están
condicionadas a los mecanismos de comunicación e interacción social que las
restricciones en la movilidad imponen. Pero dónde está el liderazgo necesario,
como lo exigen siempre los grandes cambios sociales??
La
comunidad nacional y las comunidades regionales y locales están a la deriva.
Las acciones gubernamentales están dedicadas a la atención de la emergencia para
disminuir la diseminación del virus y atendiendo situaciones de calamidad
doméstica, pero no se aprecia el establecimiento de proceso y mecanismos de
acción social realistas y eficaces sobre el futuro inmediato; pues lo único que
vemos son foros y botadas de corriente por las plataformas de internet,
protagonizadas por los expertos, que siempre surgen a última hora en
situaciones similares y que se limitan a impartir recomendaciones que muchas
veces ni siquiera son escuchadas; pero no se evidencia la implementación de
estrategias de inmediato y corto plazo, que asuman con potencia y resolución la
importancia de los temas de la agenda pública.
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