Los cambios
surgidos en este año como consecuencia de la pandemia del covid-19 han invadido
casi todos los campos de la organización humana y aunque se termine la
emergencia sanitaria, algunos ya quedan anclados en las estructuras sociales y
continuarán haciendo parte del patrimonio público. Hay personas que dicen, que
no volverá la normalidad, lo cual significa que habrá una normalidad nueva.
Uno de los
aspectos del conglomerado humano afectados por el fenómeno es el de tiempo y
espacio, que ahora van de la mano, derivado de las modificaciones en las
interacciones sociales para el ejercicio de la actividad económica y la vida
cotidiana, el cual, como es lógico, conlleva alteraciones en los centros
urbanos, el espacio donde se producen las grandes concentraciones de individuos
y por lo tanto donde se genera la mayor parte de las interrelaciones inherentes
al funcionamiento social. Con ello, también se afectan los ecosistemas urbanos
y por supuesto, los procesos económicos locales que van asociados a la vida
comunitaria. Ya vemos cómo los negocios de comercio y servicio que siguen
abiertos al público, han adoptado nuevos esquemas de atención al cliente, donde
prevalece el servicio a domicilio. Otros están cerrados a punto de la quiebra,
que seguramente no volverán a operar igual que antes, como los bares y
discotecas y nuevos negocios han surgido para atender con novedosos
satisfactores, las mismas necesidades de siempre.
Y por
supuesto, los ecosistemas de la ciudad, también se han modificado. La
disminución de la actividad antrópica ha permitido a especies animales ocupar
espacios y los movimientos de flora y fauna está mostrando manifestaciones
derivadas a la relativa desocupación de dejada por los humanos. Así, los
servicios ecosistémicos, que constituyen la base de la estructura ecológica
municipal, se han visto también alterados, exigiendo nuevos procesos y
procedimientos para realizar la gestión ambiental por parte de los organismos
del Estado encargados de esta tarea. La estructura ecológica territorial contiene
las áreas de mayor significancia en la oferta de servicios ecosistémicos, que
beneficia a la población y soportan el desarrollo económico. Según la
evaluación del milenio realizada en 2005 en un evento internacional, los
servicios ecosistémicos son dieciocho agrupados en tres clases, los de
aprovisionamiento, los de regulación y los culturales. Las tres, con
importantes aportes para el sostenimiento de la actividad económica y las
interacciones sociales, por lo tanto, generadores de insumos para la
conservación de la especie humana.
Así,
las modificaciones en los ecosistemas urbanos, obligatoriamente traerán cambios
en la economía de la ciudad y con ello alteraciones en las costumbre y
tradiciones que hace parte de la identidad y el patrimonio cultural de la
población asentada, lo cual significa que la gestión pública territorial,
obligatoriamente tienen que cambiar sus esquemas operativos y administrativos
para responder a las nuevas demandas públicas. Apenas hace dos décadas desde
cuando se viene hablando de la Nueva Gestión Pública (NGP) y menos de 10 años
en que se introdujo la Pos-NPG y ya llegó la hora de pensar en otro cambio, el
cual, por razones de las circunstancias, es necesario concebir de manera
pragmática y heurística para dar una respuesta pertinente a las otras
condiciones urbanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario