Cuando
la teoría del Materialismo Histórico dijo hace casi dos siglos, que el sistema
capitalista se destruiría a sí mismo, fue porque abordó el análisis con el
enfoque filosófico de la dialéctica materialista y con ello encontró que el
sistema encerraba la contradicción del carácter cada vez más social de la
producción por un lado, y la apropiación del producto cada vez más particular,
por el otro. Pero, en esa época no existía la microelectrónica y, aunque esta
misma teoría reconocía el papel de las fuerzas productivas en el devenir
histórico, no podía prever lo que ocurriría a finales del siglo veinte y menos aún,
lo que está sucediendo ahora en el Siglo XXI.
El
fenómeno de la crisis económica no es solo en Colombia y Latinoamérica sino en
todo el mundo occidental, o sea el área universal que gira en torno a la
economía de Estados Unidos y su banca central, la FED. El aparato productivo
mundial se está secando de modo que la recesión es global, con todos los
efectos que esto tiene en el campo de las relaciones económicas
internacionales, el cual se reflejan en la Balanza de Pagos de todos los
países. Y por supuesto, en la situación fiscal de todos los Estados, con las
consecuencias que esto trae en la esfera social y con ello en la situación
política.
Al
matar el aparato productivo, basado en los sectores primarios y secundarios,
también se acaban las fuentes de ingreso del Estado, con el agravante de que el
modelo neoliberal, basa los ingresos de los capitalistas en darle préstamos a
dicho organismo para alimentarse con los intereses que el fisco les paga. Para
ello, aplica una política económica que carece de mecanismos de sostenibilidad
en largo plazo, ya que el Estado no puede dedicarse solo a pagar intereses de
la deuda, sin que tenga fuentes de ingreso. Y por el lado de la esfera social,
el modelo hace énfasis en privatizar los bienes públicos de manera que los
empresarios privatizadores exprimen a la sociedad mediante altas tarifas de los
servicios, para garantizar el éxito financiero de su negocio, conduciendo al
deterioro secular de la calidad de vida de la población de ingresos medios y
bajos. Con todo esto se produce la destrucción del Estado y sin este organismo
la sociedad en general queda a la deriva, sujeto a los golpes de las leyes del
mercado; y como el modelo está globalizado, el fenómeno afecta a todos los
países por igual y la concentración de riqueza en manos de unos pocos, en este
caso los fondos de inversión, se produce a escala mundial. Destruyendo el
aparato productivo y el Estado, se acaban los dos soportes básicos de la
organización humana, lo cual se profundiza con el hecho de que, el afán
desmedido y voraz de enriquecimiento, está también destruyendo el medio
ambiente con el saqueo inmisericorde de los recursos naturales, con lo cual
acabará también en un plazo no muy largo, las condiciones de vida para la
especie humana.
Ya sin
aparato productivo y sin Estado, apague y vámonos. La concentración de la
riqueza en el sector monetario, que no es real sino cifras escritas en una
pantalla de computador, tanta que hace dos años los 20 fondos de inversión más
grandes acumulaban un patrimonio de 32,3 Billones de dólares, cifra que es
difícil escribir en pesos, está atacando los fundamentos mismos de la economía,
cuyo origen es de carácter natural e instintivo por generación espontánea de la
especie humana para la conservación de ella misma sobre el globo terráqueo. La
voracidad del pensamiento humano ha interferido la ley natural y ha reducido la economía a la concentración de
riqueza en unos pocos, con un mecanismo que actualmente está conduciendo a su
propia destrucción por estar matando la gallina de los huevos de oro.
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