El caso del
departamento del Cauca es aterrador. Asesinato de líderes sociales, y ahora
también de candidatos a gobierno local, sumados a múltiples focos de violencia,
complementando la tradicional situación social de desempleo y deterioro de la
base económica, que persiste por lo menos desde que comenzó el presente siglo.
El análisis se reitera por los columnistas de este diario y las preocupaciones
de la gente ya son del diario vivir de los caucanos.
Se esperaba
que por ser período electoral, este año se colocarían sobre la mesa los temas
relevantes y trascendentales de la vida institucional, con miras a identificar
soluciones y acciones públicas tendientes a redireccionar las tendencias de los
procesos económicos, sociales e institucionales, buscando la construcción de un
futuro con mejores condiciones de vida para la población residente; no
obstante, lo que se aprecia en el escenario público no corresponde a las
expectativas de la opinión generalizada.
Lo que se aprecia a simple vista, es que los politiqueros profesionales
siguen siendo los actores protagonistas de la escena y sus prácticas y acciones
siguen siendo las mismas que llevamos observando durante los últimos 30 años,
desde cuando se estableció la elección popular de alcaldes.
No se sabe
si es que ya no tienen imaginación o es que la mecánica electoral se realiza
con patrones de conducta rígidos, pero siempre lo mismo. Las posturas
narcisistas de los candidatos refrendadas en las fotos de los afiches y vallas
expuestas en los espacios públicos, las manifestaciones transportadas
uniformando a los asistentes con camisetas y movilizando costosos buses, las
promesas de los candidatos en sus discursos que ofrecen la solución a lo divino
y lo humano, y lo más preocupante, los acuerdos y negociaciones sobre la forma
como se va a repartir el botín de los bienes públicos entre quienes participan
en las cruzadas electorales.
Se esperaba
que este año, por estar viviendo el Cauca una situación particular en el
conflicto sociopolítico, por la agudización de las mafias de la actividad
ilegal, por el aumento de la crisis social, entre otras, las campañas serían
innovativas y cambiarían los esquemas tradicionales de trabajo, por lo menos
para crear nuevas expectativas, o para mostrar pertinencia y consecuencia
frente a la coyuntura; pero hasta ahora esto no se aprecia. Puede ser que para
el próximo mes y medio que falta se observen cambios pero no parece viable. De
otro lado, el comportamiento de los electores se muestra incierto, según las
cifras sobre voto en blanco y sobre no sabe/no responde en las encuestas, lo
cual es significativo, o sea que aún existe una marcada incertidumbre en la
decisión electoral del próximo 27 de octubre.
Por todo
eso, no soplan vientos favorables para el futuro de corto y mediano plazo en este
territorio, por cuanto los agentes del cambio, que son los gobernantes y
funcionarios territoriales, no han mostrado creatividad y sagacidad para
afrontar los problemas y necesidades públicas, que en esta región se revisten
de especiales condiciones debido a las particularidades de la idiosincrasia o
cultura local, la que no adolece de los factores más apropiados para la
construcción sinérgica de objetivos de desarrollo. Corresponde entonces a las
organizaciones sociales y a la opinión pública en general, llenar el vacío que
dejan las organizaciones políticas para afrontar la alarmante coyuntura
política regional.
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