Ahora que se vive el proceso electoral y que los candidatos
se alistan para los comicios del 27 de octubre, bien vale recordar el papel que
los elegidos en las corporaciones administrativas tienen que considerar en el
marco de las funciones y competencias de estos órganos de elección popular. En
ambos casos, asambleas y concejos, solo dos procesos misionales hacen parte del
mapa respectivo o modelo de operación: por un lado, la aprobación de ordenanzas
o acuerdos, según el caso, y por el otro ejercer el control político a los
gobernantes de turno.
La función del control político es un rol tan antiguo como
la palabra democracia. Tuvo su génesis allá mismo en Grecia y por esos mismos
tiempos, es decir, cinco siglos antes de Cristo y desde entonces, el fundamento
y el enfoque ha sido el mismo, aun atravesando eventos históricos tan trascendentales
como la edad media con sus instituciones religiosas y más adelante en la
construcción del Estado Moderno, con Revolución Francesa y todo, así como los aportes
de los alemanes en la concepción del Estado, donde se destacan las
contribuciones al Estado Social y al Estado de Derecho. El Control Político
sigue vivito y coleando sobre las mismas bases de hace 2.500 años.
Pero los tiempos cambiaron para el siglo veinte y según las
condiciones del Modelo Gerencial propio del Estado Postmoderno, es hora de
revisar los fundamentos del Control Político y ajustar su concepto a las
características y operación del organismo, bajo los patrones que actualmente rigen
la relación Estado-Sociedad, ahora cuando lo público navega en el mercado como
cualquier mercancía y el patrón político se debe ceñir a los parámetros de la
Democracias Representativa.
Hacia adelante, el Control Político no debe seguir
enfocándose como un cruce de miradas entre los organismos de poder para evitar
el desborde de alguno de ellos en el cumplimiento de sus funciones, sino como un
proceso obligado en la gestión pública, derivado del sentido gerencial del tipo
de Estado actual, donde, ahora, el MIPG marca pautas para el ejercicio del
control. Más aún, cuando esta figura por lo general se utiliza caprichosamente,
más para fastidiar a funcionarios del gobierno, que para fortalecer la gestión
pública con la satisfacción de las necesidades de la comunidad.
El Modelo Gerencial
contempla los tres procesos, planificar, ejecutar y controlar, y en este último
se ubican los controles, social, fiscal, disciplinario e interno o de gestión,
a los cuales hay que sumarles el control político a cargo de la corporación
administrativa, el cual debe alejarse del sentido clásico originario en los
griegos y adaptarse al sentido de la administración científica originario a
comienzos del Siglo XX, debidamente adaptado a los patrones que hoy imponen los
modelos de gerencia pública. Ya el enfoque tradicional se volvió anacrónico y
por ello surge la nueva tarea para las corporaciones administrativas.
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