En
los últimos días el país ha estado distraído, pensando en temas institucionales
y políticos y observando cómo el gobierno está dedicado a rabiar por el Acuerdo
de Paz con las Farc y a proteger a Uribe de los riesgos del encarcelamiento,
reduciendo a la menor relevancia, otros aspectos de la vida nacional como es la
situación de la economía. Con el agravante político de que el debate se ha
convertido en insultos y diatribas de parte y parte y no en la discusión sobre propuestas
de las políticas públicas que requiere la sociedad.
La
relación del país con la economía mundial va en detrimento según se aprecia en
las cifras de la Balanza de Pagos, con graves consecuencias en la economía
interna. La recesión es un hecho que viene ocurriendo desde el año pasado, aunque
las autoridades económicas lo niegan usando cifras falaces, lo cual está afectando
gravemente el aparato productivo y varias ramas de la producción nacional están
a punto de colapsar, como ocurre en la industria de prendas del vestuario y en
la rama alimentaria. Pero también la construcción viene en descenso, además de
otros sectores de servicios; y qué decir del sector agropecuario, cuya
tendencia no para de descender, no solo en el café, sino también en el arroz y
otros cultivos. Con dicha recesión, la primera consecuencia es el aumento del
desempleo tanto de los factores, como de la mano de obra, que es el más grave
por los efectos sociales que esto acarrea.
Por
supuesto, las cifras de los defensores del modelo muestran otra realidad
disfrazada, especulando sobre el crecimiento para este año, que aun así, lo
proyectan en menos del 3 %; pero recurriendo a sectores improductivos como es
el caso del financiero o el sector gobierno, que participan en el PIB, pero por
fuera del aparato productivo, de modo que en lugar de estar creciendo, la
economía se está inflando, con un exagerada participación del sector parásito
de la economía, que es el financiero. Y para colmo de males, cerca del 80 % de
la economía colombiana pertenece a multinacionales, o sea a empresarios que
llegan al país a beneficiarse del mercado nacional, sacando grandes utilidades
para llevárselas a sus respectivos países.
El
desecamiento del aparato productivo, donde cada día cierran empresas, marcha en
una peligrosa tendencia que el país no soportará, cuando ya se agoten las
posibilidades de sostener la contabilidad nacional con cifras artificiales obtenidas
al debe y con una crisis social de proporciones gigantescas con su
consecuencial impacto en la tranquilidad ciudadana, que tarde o temprano reventará
y no se sabe con qué consecuencias, en un país que políticamente está
polarizado y sembrando la rabia de lado y lado, por la distorsión que ocurre en
el proceso político. Pero el gobierno, en lugar de dedicar la agenda a buscar
las soluciones adecuadas, se ciñe a repetir las fórmulas de política económica,
que ya se ha demostrado no sirven para nada, pues sino ya hubieran dado
resultado; pues dichas medidas, son concebidas para seguir favoreciendo al
capitalismo financiero internacional y a las empresas multinacionales
instaladas en Colombia, las que no pagan impuesto y ahora, las extractoras, ni
siquiera regalías, como se ve en la ley que adopta el mal llamado plan de
desarrollo nacional que acaba de aprobar el Congreso y que en lugar de llevar
al país por la senda del progreso como dice en su nombre, lo que va a acelerar
es que el país marche más rápido rumbo al abismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario