Lo que hizo carrasquilla no tiene nada especial. Actuó, simplemente,
siguiendo los patrones de la modalidad de capitalismo que hoy impera, cuyo
origen se remonta a 1930, cuando los rentistas asimilaron la experiencia de la
crisis de 1928 que a muchos llevó a la ruina. La causa de esa fatalidad fue que
ellos habían colocado su capital de especulación en manos de los industriales y
estos habían tenido pérdidas por los efectos en la economía causados por la
guerra mundial del decenio anterior. El aprendizaje era sencillo: no colocar el
capital en manos de los privados, que deben ir al mercado y tener éxito, para
poder pagarles la deuda, sino, coger al Estado de marrano para colocar su
dinero en manos de este organismo, bajo el supuesto de que el Estado nunca
quiebra.
Desde entonces los rentistas iniciaron un proceso de avance y
conquistas jurídicas para proteger el negocio, que comenzó con la sustentación
conceptual, para lo cual utilizaron los planteamientos del neoclasicismo; en
los años cuarenta se constituyeron como secta en la reunión de Mont Pelerin; en
los años cincuenta penetraron la institución académica con las teorías de
Milton Friedman; en los años sesenta ingresaron a la política sustentándose en
el “Manifiesto Capitalista”, hasta que coronaron con la toma del Poder de
Estado en la elección de Thatcher y Reagan en RU y USA, respectivamente. Desde
ahí y durante los años ochenta, cocinaron todo el paquete teórico y normativo
que se cristalizó internacionalmente en el Consenso de Washington y en Colombia
con la Ley 51 de 1990, la Constitución de 1991 y posteriormente, se extendió a
los municipios con los “Bonos Carrasquilla”.
Primero estrangularon las finanzas del Estado arrebatándole el banco
central y exonerando de impuestos a los ricos, de modo que el organismo se
viera obligado a recurrir a ellos en busca de recursos, para lo cual expidieron
las leyes respectivas. Así, la principal fuente de ingresos del Estado es la
colocación de títulos de deuda en el mercado de capitales, los cuales compran los
especuladores internacionales del dinero a cambio de jugosos intereses. Luego,
es enviar a la Dian a cobrar impuestos para que les paguen cumplidamente el
vencimiento de los títulos.
Carrasquilla
lo que hizo fue trasladar el perverso esquema a los municipios y en lugar de la
Dian, que estos no tienen, recurrir a las transferencias de la Nación para
asegurar el pago de los papeles. Pero, dentro de los postulados neoliberales,
el mecanismo es totalmente sano y normal. Es mas bien, una inteligente jugada
para realizar el misto negocio, pero no con el nivel central que ya está
saturado, sino con entidades territoriales. Es crear una nueva alternativa para
la colocación del capital en manos del Estado, y con ello negocio seguro, de
importantes sumas de dinero provenientes de los elevadísimos montos de capital
de especulación que tienen los Fondos de Inversión en sus manos y que ya no
saben dónde colocarlo porque la acumulación es demasiadamente elevada y los
riesgos son cada vez mayores. Carrasquilla simplemente, sin ética pública ni
sentido humanista, propició la creación del piso legal para permitir una
operación que en la actual modalidad del sistema económico salvaje es
absolutamente normal y que constituye la esencia del capitalismo
postindustrial.
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