martes, 19 de junio de 2018

LOS CAMBIOS POSELECTORALES

Los resultados de las elecciones del domingo pasado no dejan sorpresas, a pesar del entusiasmo y fervor que se observó en la campaña del candidato anti-establecimiento, que asustó a los políticos tradicionales pero que, según la lógica de la historia, no era posible que sobrepasara al candidato de las elites de poder de la noche a la mañana, sin que se viviera un proceso consecuente con la cultura política colombiana.

En lo socioeconómico, probablemente no se verán cambios durante los próximos cuatro años. El mismo Capitalismo Rentista con su soporte paradigmático en el pensamiento neoliberal, seguirá imponiendo las políticas que siempre han respondido a sus intereses. El eje será la política fiscal dedicada casi exclusivamente a pagar cumplido el servicio de la deuda, para satisfacer a los especuladores internacionales del dinero, complementada con una política monetaria de control a la inflación y reforzada con la privatización de los bienes públicos, todo para bajar el Gasto Público, que es lo que quita el sueño a los neoliberales, para no poner en riesgo el pago de la deuda.

Pero en el campo político sí es probable que se generen fenómenos nuevos e impredecibles antes del proceso electoral, donde se evidencia que el “voto en contra” otra vez tuvo protagonismo, como en el plebiscito y en la primera vuelta. Cuántos votos a favor de Duque son el resultado del temor ocasionado por la propaganda negra en contra de Petro y cuántos por la rabia en contra de la vieja izquierda del siglo pasado? Así mismo, no se puede creer que hay 8 millones de simpatizantes de Petro y que no existen los ciudadanos que están cansados de ver la forma como las elites tradicionales de poder manejan el Estado y administran la cosa pública.

Y si profundizamos un poco en la reflexión, podemos pensar que, de todas maneras, se está iniciando un cambio en las costumbres políticas y, por qué no, en la cultura política colombiana. Hoy hay 8 millones de ciudadanos que no votaron a cambio de prebendas personales, puestos, contratos o dinero, sino que se acercaron a la mesa de votación movidas por su propia voluntad y conciencia, manifestando su aversión al uribismo, a la corrupción, a la impunidad y demás prácticas que han caracterizado el sistema político nacional. Es decir, que hay un elevado número de electores susceptible de canalizar hacia otros propósitos con más conciencia ciudadana y mayor sentido de lo público, siempre que se aplique el liderazgo adecuado.

Se reitera la cultura caudillista de nuestro medio. La campaña se hizo agitando nombres de personas y la gente no votó con base en el programa de gobierno sino en la persona. Pero es un inicio que una conducción social apropiada puede transformar para que sean las organizaciones políticas y las propuestas, las que en el futuro motiven el voto de los ciudadanos. Igualmente se puede deducir, que la gente quiere el cambio, pero que un candidato proveniente de la vieja izquierda del siglo pasado, probablemente no puede ser, aunque tenga mucho carisma, porque da el papayaso para que le monten la guerra sucia. De otro lado, los hechos del Partido Liberal, donde las bases se rebelaron contra su jefe y fueron consecuentes con las bases ideológicas del partido, también es un hecho que se debe analizar y todos esto, más otras situaciones, constituyen los argumentos para prever los cambios poselectorales.

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