En estos
días en plena confrontación electoral, se escuchan diversos planteamientos
sobre las propuestas de gobierno, algunas, inclusive, un poco irracionales y
otras, muy pertinentes y técnicamente apropiadas, pero de muy difícil, casi
imposible aplicación, debido a las fuerzas de poder del capitalismo
internacional que a toda costa busca mantener el modelo neoliberal de
globalización financiera que siempre reitera en la disminución del gasto
público y la elevación de los impuestos.
La economía
está en serios problemas por el decaimiento del aparato productivo sobre todo
en el sector agropecuario y principalmente en la industria; solo cuenta con el
sector extractivo al que no le favorecen los precios internacionales, con el
agravante de lo que significa para la sostenibilidad en el largo plazo
recostarse en este sector, además de los efectos deteriorativos en el medio
ambiente. De ahí que la tasa de crecimiento, además de ser muy baja, se
sustenta en los sectores terciarios, lo cual no significa que la economía esté
creciendo, sino que se está inflando, o sea que es un falso crecimiento. Y peor
aún, cuando el mayor aportante al PIB es el sector financiero, que es el sector
parásito de la economía, que solo chupa y chupa.
Pero sin
duda, el asunto más importante y grave de la agenda de gobierno será el caso de
las finanzas públicas. Desde finales de 1990, con la Ley 51 de Rudolf Hommes, y
de ahí en adelante con todas las normas derivadas de la Constitución de 1991 y
las presiones del FMI, Banco Mundial, OMC y ahora la OCDE, se han acumulado
gran cantidad de factores muy poderosos que han llevado la situación financiera
del Estado a los problemas fiscales que ahora tiene; y las formulas
tradicionales neoliberales de subir impuestos y bajar gasto público, ya no
tienen aplicabilidad en Colombia, por la gravedad de las consecuencias sociales
que estas acarrean. Tanto que el mismo FMI dijo en los últimos días, que
Colombia no necesitaba otra reforma tributaria, por no decir que socialmente no
la aguanta.
Para
corregir el problema fiscal se tendrían que aplicar normas diferentes a la
cartilla neoliberal del FMI y la OCDE, como regresar al cobro de impuestos
directos, tributos al capital y sobre todo impuestos al capitalismo rentista
que está exento y recurrir a la medida clásica anti-neoliberal de emitir moneda
con destinación específica y manejo racional; pero esas medidas, principalmente
la de impuestos a la renta del capital especulativo, afectan a los fondos de
inversión, que son los que detectan verdaderamente el poder en el mundo desde
los años ochenta y entonces, el gobierno se metería es serios problemas que
conducirían al boicot de la economía de parte de los grupos de poder
internacional, lo que traería más graves problemas al gobierno por los efectos
en el mercado de bienes y servicios de la economía interna, surgiendo entonces
la encrucijada de que las medidas económicas que solucionan el problema de
verdad, no se pueden aplicar por el poder de los intereses que afecta y el
peligro de su reacción en contra del gobierno, razón por la cual el tema de las
finanzas públicas se constituye en el hueso duro del nuevo gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario