La estrategia de generar terror a los electores le ha
dado buenos resultados a la extrema derecha colombiana, como se vio en la
votación del plebiscito del año anterior. Por ello han creado un fantasma que ronda
por Sur América, y al cual pertenecen todas las personas que no apoyan la
postura neonazi que ese grupo defiende, a quienes llaman “castrochavistas” y
por lo tanto enemigas de la patria. Castrochavista es todo aquel que no apoye a
Uribe. Ellos, los de la extrema derecha, como ha sido siempre en la historia,
defienden a los ricos que en este caso se trata del capitalismo financiero
internacional y las multinacionales, a quienes les exoneran de impuestos y les
entregan para su explotación degradante los recursos naturales, dentro de lo
que llaman la “confianza inversionista”. Por supuesto, lo que informa la prensa
del gran capital sobre Venezuela, es un aliado publicitario importante que les
facilita el fomento de ese terror que significa el socialismo del siglo XXI.
Lo cierto es que ni el socialismo clásico del siglo XX ni
el socialismo del siglo XXI, tienen cabida en Colombia. El primero, porque
históricamente demostró la inviabilidad de un sistema económico que funciona
mediante la planificación, por motivo del estancamiento y decaimiento del
aparato productivo, como ocurrió en los países del bloque oriental europeo en
los años ochenta. El segundo, propuesto por el alemán Heinz Dieterich Steffan
en 1996, porque, si bien se inspira en el pensamiento marxista, trata de
acomodar el enfoque a un sistema que funcione, como el capitalismo, mediante
las leyes del mercado.
Pero la propuesta de Dieterich insiste en aplicar la Teoría
del Valor para regular el cambio en el seno del mercado, un escenario que no ha
sido diseñado ni creado para que opere con lo que el autor llama la “economía
de valores”; pues la corriente de los marginalistas desde el siglo XIX, siempre
pensó en la Teoría de los Precios como sustento conceptual del funcionamiento
del mercado. Es decir, no es posible que funcione la Teoría del Valor, en un
escenario que fue diseñado para la Teoría de los Precios.
De otro lado, y a pesar de los intentos del pensador
alemán para proponer una fórmula que permita disminuir la desigualdad social en
el capitalismo, conservando la propiedad privada de los medios de producción, en
los aspectos prácticos es necesario considerar las condiciones del mercado, que
justamente en Colombia no son las más adecuadas. Aquí existen grandes
extensiones del territorio como la Orinoquia, la Amazonia, la región pacífica y
otras, donde el mecanismo de mercado es imperfecto, y por lo tanto no es
posible aplicar la ley de los precios y mucho menos la ley del valor.
Entonces, eso de buscar adeptos a su causa recurriendo a
mecanismos de terror, para llevar a votar verraca a la gente, como dijo Vélez
en la campaña pasada, es una treta mítica que puede convencer a personas que
desprevenidamente escuchan los argumentos; pero en términos de la viabilidad
real, no pasa de ser un eslogan de campaña porque con lo dicho anteriormente
más otro conjunto de argumentos que en este artículo no caben, es posible
demostrar que no es verdad la existencia del monstruo castrochavista.
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