Con el debate surgido a raíz del proyecto urbanístico de la Plaza de
Mercado del Barrio Bolívar, nuevamente se coloca sobre la mesa el tema del
enfoque con que la administración pública aborda los asuntos de las plazas de
mercado, las cuales tienen connotación dual y por ello el manejo administrativo
se hace complejo y, la mayoría de veces, alejado del interés general y el bien
común.
Las plazas de mercado tienen dos frentes muy importantes. Por un lado,
son elementos físicos que hacen parte de la estructura urbana y por la otra, son
infraestructuras de la estructura de distribución urbana del producto
alimentario. Por supuesto, lo más visible es lo físico-urbanístico y esta
visibilidad oculta su esencia como canal detallista de la comercialización de
alimentos.
En el caso de la plaza de mercado del Barrio Bolívar, además, al componente
urbano, se le suma el caso de que ahí se concentra un alto porcentaje de la
función mayorista de perecederos vegetales, lo cual hace más confuso el proceso
comercial y genera mayores impactos al sector urbano. Más aun, cuando las
condiciones arquitectónicas no son las más adecuadas para la función detallista
y mucho menos para la función mayorista. Todo ha sido un fenómeno espontáneo
que ha evolucionado desde tiempos inmemoriales y que hoy ha llegado a
situaciones verdaderamente preocupantes para la gestión pública.
Por lo general, el tratamiento que la administración pública le ha
brindado a las plazas de mercado en casi todos los municipios colombianos, ha
sido relacionado con el papel físico-urbano, sin acreditarle la magnitud e
importancia a su rol dentro de la estructura de distribución urbana de
alimentos, donde deben actuar como un canal detallista y por lo tanto sujeto a
las condiciones de mercado. Esto implica que se deben analizar articuladas en
el contexto de la distribución urbana en su conjunto y según los requerimientos
del mercado en cuanto a segmentación y localización territorial de los
consumidores. Igualmente, el diseño operativo no puede ser simplemente como la
administración de un bien raíz, sino mediante un mecanismo que permita la
racionalización de los procesos comerciales en cuando a precios, calidades,
perdidas y por supuesto, los efectos ambientales que este tipo de productos
generan.
Las “galerías” son el único canal detallista que aún conserva el
carácter público, ahora que se han surgido nuevos canales, todos privados, y
como tal, debe ser el líder en los centros urbanos marcando pautas para hacer
eficiente y eficaz la distribución urbana de alimentos, que beneficia a los
consumidores y crea oportunidades a los productores campesinos, por lo cual es
necesario revitalizar y reorientar la función de la plaza de mercado.
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