Tal como se esperaba, ahora sí entró Colombia en la debacle económica,
que se mezcla con la situación social y el enredo político que se están
viviendo y dejan al gobierno metido en una encrucijada de la que difícilmente
podrá salir en lo que resta del período. Por culpa de los cretinos que vienen
manejando la economía del país en el presente siglo y que sólo les importa
quedar bien con los organismos multilaterales y las calificadoras
internacionales, han llevado la economía a la situación de recesión que ya
comenzó a mostrar sus señales y que sin duda agravarán la muy golpeada clase
popular. La reforma tributaria de finales del año pasado poco va a servir y el
déficit fiscal se agudizará en un escenario de política monetaria y cambiaria
que no responde a las verdaderas necesidades del país. Mientras que, por otro
lado, la otra fracción de la oligarquía, la de la mafia antioqueña, le da
garrote todos los días a Santos, quien está más encartado que gallina criando
patos con el acuerdo de paz ya firmado, cuyo cumplimiento es muy dudoso tanto
por los enemigos como por la ineptitud de las elites de poder.
Por lógica razón, para salir del enredo de la economía no será posible
aplicando las mismas fórmulas que lo crearon; esas medidas que favorecen al
capitalismo rentista y que se sustentan con el pensamiento neoliberal, cuando
su error que data de los años ochenta, condujo a matar la gallina de los huevos
de oro. Con el argumento de que el Estado nunca quiebra, estrangularon las finanzas
del organismo para obligarlo al endeudamiento como medio de financiación y
ahora vemos que el Estado está quebrado, no solo en Colombia, sino en casi
todos los países del mundo donde opera dicho modelo.
El Estado que nunca quebraba era el Estado Interventor-Benefactor
sustentado en la doctrina keynesiana que ellos destruyeron, porque la columna
vertebral de las finanzas públicas estaba en la estructura de financiamiento
cuyo eje giraba en la emisión de dinero a cargo del Banco Central, que era una
dependencia del gobierno. Pero hoy cuando la soberanía está menguada por la
separación del banco, esa función ya no la puede hacer en concordancia con los
requerimientos de la economía, porque priman los intereses del capitalismo
rentista y así la crisis se vuelve un círculo vicioso del que no se podrá salir
por mucho que se posponga el colapso a través de la prórroga de la deuda.
En
situaciones como la que hoy se vive, la mejor salida es la emisión de dinero
para solventar el gasto público y llevar el déficit al porcentaje sobre el PIB
que los organismos multilaterales recomiendan. Por supuesto, no desbocarse en
la emisión como en la época de Turbay que imprimió billetes a la lata, sino con
el necesario equilibrio racional; porque la fórmula neoliberal de frenar el
gasto y elevar los impuestos, ya no tiene por dónde meterse cuando la economía
entra en recesión y la base tributaria está agotada como ocurre en Colombia
donde ya no caben más impuestos indirectos y los ricos están exentos, situación
que nos muestra, después de un cuarto de siglo, que en materia fiscal y
monetaria es realmente grave la falta de la impresora.
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