La semana pasada se lanzó en la Universidad del Cauca un libro que en su título lleva el interrogante “¿por qué la Constitución de 1991 ya no
le pertenece al pueblo de Colombia?”, ante lo cual bien vale también preguntar:
¿es que algún día le ha pertenecido?
No conozco el libro, no sé de su contenido, no lo he leído. Pero creo
que debemos tener en cuenta que la Constitución de 1991 es el resultado de un
proceso articulado al fenómeno global, que inicio en 1980, por decir una fecha,
con la elección de Reagan en USA y Thatcher en RU, en el marco de la
transformación del sistema económico mundial que pasó del Capitalismo
Empresarial al Capitalismo Rentista que también le llaman postindustrial. Con
la finalidad de aplicar el Consenso de Washington, que con la Constitución de
1886 no se podía ejecutar a cabalidad, los organismos de poder internacional
empujaron los ajustes necesarios en la constitución de muchos países, donde
desempolvaron el viejo Estado Social de Derecho que había sido creado por los
alemanes en los años treinta, para acomodarlo a los intereses del capital
financiero, que ya tenía la mala experiencia de 1928 y que bajo el conjunto de
postulados conceptuales que se le conoce como Neoliberalismo, difundieron la
propuesta desde las ONG patrocinadas por los Fondos de Inversión, como es el
caso del Instituto para la Economía Internacional (IIE) de Washington que hoy
se llama Instituto Peterson.
Claro que cuando los alemanes crearon el Estado Social de Derecho en
los años treinta, su propósito era el de convertir en derechos las necesidades
humanas para obligar al Estado a su atención. Pero ya en este tipo de Estado
puesto al servicio del capitalismo rentista, su finalidad es otra cosa. Bien
dijeron los juristas de la Universidad Externado de Colombia en 2011 cuando la
revista de esa entidad universitaria publicó una edición en homenaje a los 20
años de la Carta: La Constitución del 91 durante dos décadas mucho de derecho y
poco de social.
Pero es que no fue para eso que los organismos internacionales la
impulsaron. Fue para sustituir el gasto público con los derechos, los cuales se
han quedado el discurso y no llegan al supuesto objetivo en las clases menos
favorecidas. El horizonte del pensamiento neoliberal no es otro que bajar el
gasto público y controlar la inflación, para favorecer los intereses de los
capitalistas que invierten en papeles de renta fija emitidos por el Estado, en
el caso colombiano los TES, por lo cual el gasto es un riego que atenta contra
el pago cumplido del servicio de la deuda.
La
historia no se puede olvidar, más cuando ahí están los registros y las
evidencias empíricas que muestran la evolución de los procesos económicos,
políticos e institucionales, de modo que es muy discutible afirmar que es ahora
en la actual coyuntura política, cuando han surgido fenómenos controvertidos y
debatidos, que la Carta se alejó de la función social; la verdadera misión se
está cumpliendo de conformidad con los intereses del capitalismo global para lo
cual el Banco de la República es el principal instrumento, de modo que es muy
relativo afirmar hoy que adiós a la Constitución.
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