Desde el año 2012, cuando se cerró el texto del punto uno del acuerdo
con las Farc, y teniendo en cuenta que el numeral 1.2.3. obliga a formular los
planes de acción para la transformación regional (PDET), el enfoque territorial
para el desarrollo rural ha tomado fuerza en los escenarios académicos e
institucionales, sobre la base de que este enfoque es relativamente nuevo en la
literatura sobre desarrollo rural, por cuanto la conceptualización, si bien es
cierto se fundamenta en viejos principios, su importancia corresponde al
presente siglo.
Dice el acuerdo con las Farc, que el enfoque debe tener en cuenta las
características socio-históricas, culturales, ambientales y productivas de los
territorios y sus habitantes, así como sus necesidades diferenciadas en razón
de su pertenencia a grupos en condiciones de vulnerabilidad y la vocación de
los suelos, para lo cual se debe elaborar un diagnóstico con la participación
de las comunidades en el que se consideren bajo el enfoque territorial las
transformaciones que posibiliten los cambios estructurales en las condiciones
de vida de las comunidades rurales.
Como retórica, nadie se opone a este discurso y probablemente responde
de manera pertinente a las aspiraciones de las comunidades rurales. Pero como
ejercicio práctico institucional y participativo, genera varios interrogantes
cuyas respuestas tardan varios años en resolver, siempre que se comience ya con
su implementación.
En enfoque tradicional había sido el de considerar la actividad
agropecuaria como el eje del desarrollo rural y medianamente el Programa DRI
había contemplado conjugar otros aspectos relacionados con el desarrollo
integral. Pero no se consolidó una estructura capaz de relevar el sentido
humano y el conjunto ambiental del complejo rural de manera que la estrategia
de desarrollo se fundamente en el marco del ordenamiento territorial combinando
todos los elementos que integran el complejo territorial. Hoy para efecto del
cumplimiento de los acuerdos, casi hay que comenzar de cero, con el peligro de
que se imponga desde el centralismo bogotano el enfoque neoliberal y se reduzca
la estrategia a los rigores cuantitativos de los indicadores que cuadriculan
los aspectos cualitativos del desarrollo humano.
Los actores e instituciones locales deben estar alerta y tomar la
iniciativa para salir adelante y propiciar el direccionamiento estratégico de
manera consecuente con los verdaderos requerimientos de las zonas rurales,
cuyas características son particulares en cada lugar, por lo cual no puede
haber modelos estándar para abordar en el enfoque territorial del desarrollo
rural.
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