Dentro
de la serie de estudios que el DNP realizaba para determinar cómo iba la
descentralización administrativa en Colombia, en 1997 realizó una encuesta a
través de una firma especializada que hizo su labor entrevistando a más de 900
alcaldes. Una de las preguntas se refería a saber la idea sobre gestión que
tenía estos gobernantes. Más 700 de ellos respondieron con diferentes palabras,
que gestión es viajar a Bogotá a tramitar papeles.
Dados
esos resultados, el alto gobierno puso el grito en el cielo y la expresión de
Emperatriz Velandia, la coordinadora general de la Consejería Presidencia de la
Política Social, fue que “si eso piensan sobre la gestión los responsables de
la descentralización, este proceso está muy mal.” Acto seguido, tanto la
Presidencia, como el DNP y la ESAP, comenzaron una tarea pedagógica para
capacitar a las administraciones territoriales sobre los temas de la gestión,
incluyendo el desarrollo de un concepto concreto sobre la gestión de lo público
que hasta esa época era aún confuso y revuelto con la gestión de lo privado.
Después
de varios eventos de corte académico, finalmente se concluyó en términos
generales, que: “gestión es aplicar los principios de planificación, ejecución y
control en las operaciones de los organismos estatales para dar cumplimiento de
las funciones que la ley le asigna y con ello propiciar los fines esenciales
del Estado”, lo cual se puede complementar con el hecho de que en el marco de
la Democracia Participativa, esos proceso de gestión se deben realizar
conjuntamente y con responsabilidad compartida, entre las entidades del Estado
y las organizaciones de la sociedad, a través de lo que la teoría
administrativa le ha denominado la “cogestión”.
Vistas
así las cosas, la gestión pública no se hace en Bogotá sino en el seno de las
comunidades, codo a codo con las organizaciones sociales; pues los tres
procesos de gestión son de responsabilidad compartida, razón por la cual los
futuros alcaldes deben comprometerse a salir del despacho y sentarse en la
misma mesa con los actores sociales a construir concertadamente el desarrollo
endógeno que requieren las localidades. Probablemente, antes de 1991 era
procedente considerar los viajes a Bogotá como mecanismo de gobierno dentro de
una enfoque pordioserista de la gestión municipal con procedimientos exógenos;
pero hoy la realidad institucional y la legislación vigente le bajan el alcance
a ese mecanismo. Hoy se requiere un alcalde que muestre su liderazgo y
capacidad rectora de los procesos sociales utilizando las herramientas que las
normas sobre gerencia pública le han entregado, para que a partir de la
dotación de recursos humanos, ambientales, físicos, materiales y monetarios que
existen en el municipio, imprima el ritmo de construcción del futuro mediante
el aprovechamiento adecuado del verdadero lugar de la gestión.
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