Parece que las
peleas internas de la oligarquía, la ineptitud, el entreguismo y la corrupción,
no son de ahora, sino que hacen parte integral de la historia colombiana. Ya
desde los primeros años del siglo diecinueve, recién liberados del yugo
español, los dirigentes de la época desplegaron una actividad pública que
impidió la sana y rozagante infancia a la nación que hoy, en su edad adulta,
padece de graves enfermedades que la tienen a punto de reventar. Recordemos, no
más, el caso de Francisco Antonio Zea, enviado a Inglaterra en 1820 a tramitar
préstamos para el gobierno, de quien dijo Simón Bolívar en una carta que cita
el historiador Tirado Mejía que “el señor Zea es la mayor calamidad de
Colombia” porque según la misma carta, dicho señor había robado recursos que le
habían prestado al país.
Las élites de poder
que protagonizaron la lucha de independencia, en su mayoría eran descendientes
de españoles que vinieron a América con fines de enriquecimiento, cuyos
antecedentes no eran los más éticos ni morales; pues muchos de ellos habían
sido delincuentes y personas de reprochable conducta, o sea que muchos
dirigentes criollos habían heredado sus malos hábitos.
Todavía no se
cumplía la primera década de independencia y ya las élites divididas trataron
de matar al presidente, quien tuvo de escapar por una ventana. Apenas terminaba
el primer quinquenio de independencia y ya se había firmado un tratado con
Inglaterra entregando los mares colombianos a la navegación del país, en ese
entonces, más poderoso del mundo. El pago de deuda a los ingleses con tierras y
minas fue común en el medio siglo. Los historiadores llaman la “revolución del
medio siglo” a la pelea interna de oligarquía que se llevó a cabo por los años
cincuenta. Por los años sesentas dos terceras partes del presupuesto nacional
se destinaba al pago de la deuda, muchas de ellas leoninas que habían suscrito
los delegados enviados a Londres desde los años veinte. En los años sesenta la
pugna condujo a la Constitución de Rionegro que luego en los años ochenta una
nueva pugna la cambión a gusto de los ingleses. Al final del siglo la guerra de
los mil días y en este siglo, el llamado de la violencia liberal-conservadora
para terminar en la coyuntura que hoy estamos viviendo donde además de la pelea
de la oligarquía, también hay guerra con grupos por fuera de las élites.
Por supuesto, durante toda la historia, también se
reiteran las decisiones de entrega de los recursos naturales a los países
extranjeros, los mercados a las empresas de otros países en contra de la
producción nacional y el endeudamiento pagando intereses onerosos a los
prestamistas extranjeros. Entonces lo que hoy están haciendo los bisnietos,
nietos e hijos de los mismos que desde 1810 han hecho parte de las élites que
manejan el Estado colombiano, no lo han inventado estos sino que lo han
heredado de sus antepasados por lo cual no los debemos juzgar ni descalificar
porque los que se hereda no se roba.
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