martes, 20 de mayo de 2014

EL DILEMA PARA VOTAR

Cuando en las elecciones para alcalde de Bogotá de 1997 se polarizaba el debate entre dos candidatos, le preguntaron al exalcalde Mockus por quién votaría y él le contestó al periodista que le estaba poniendo a escoger entre el SIDA y la Hepatitis B. La opinión pública entendió que en ambos casos se trataba de un fiasco, pero como de todos modos tenía que haber gobernante, habría que escoger la opción más digna; pues si bien las dos enfermedades son letales, una de las dos produce vergüenza social y seguramente doble pena a los familiares.

Este año, para elegir presidente en medio de una campaña con la oligarquía dividida y polarizada entre la aristocracia bogotana y la mafia antioqueña, tocará elegir al que menos vergüenza produzca, aunque, de todas maneras, las tendencias de los procesos nacionales seguirán igual; pues los factores de fondo, estructurales, que determinan la pobre realidad económica, social, ambiental e institucional que vive Colombia, dependen de las decisiones de las fuerzas de poder internacional que se introducen al país a través del DNP. Cualquiera de los dos que salga elegido, será la misma oligarquía, que desde hace dos siglos maneja este país, la que siga ocupando los altos cargos de administración del Estado, ahora también con tentáculos en la rama judicial y los organismos de control, y serán las directrices del Consenso de Washington que Rudolf Hommes trajo hace casi un cuarto de siglo, las normas que regulen el rumbo económico del Estado.

El presidente tiene un margen muy estrecho para moverse y hacer variantes en sus políticas, pero dentro de los límites impuestos desde afuera, por cuanto las condiciones de fondo no están bajo su gobernabilidad. Las políticas económicas, que son los instrumentos mediante los cuales el gobierno puede maniobrar, están muy limitadas. La política fiscal que es la principal herramienta para disminuir la inequidad social, no puede utilizar las medidas apropiadas como por ejemplo la tributación directa y progresiva o los mecanismos de financiamiento diferentes a la colocación de papeles en el mercado como la emisión moderada y racional de dinero, por cuanto no es permitida. En la política cambiaria el gobierno no puede recuperar la soberanía del Estado haciendo que el precio del dólar lo fije la autoridad oficial y la política monetaria debe ser siempre la de salvar las inversiones de los especuladores internacionales del dinero, a quienes la inflación les hace mucho daño por sus inversiones de renta fija.

Entonces, la reflexión sobre quién ganará las elecciones no merece mayores preocupaciones; simplemente considerar que dentro del margen de maniobra, el gobierno puede gobernar a favor de los ricos como sucedió en los ocho años de Uribe, o puede aliviar en algo las angustias de las clases populares con otros programas de gobierno distintos. Por ello lo que toca es considerar que si se trata de tener un gobierno que de todas maneras llevará el país al despeñadero, al menos que no sea con vulgaridad y desfachatez y con este criterio resolver el dilema para votar.

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