Desde 1999, el diario El Liberal de Popayán, había publicado artículos de columnistas que anunciaban los hechos que hoy, 23 años después, vive Colombia, como el ocurrido el pasado miércoles 19 de octubre, cuando hubo enfrentamientos entre indígenas emberá y la policía, insuceso que también pudo haber sido infiltrado por los enemigos del gobierno, para crearle ambiente hostil e imagen desfavorable, pero que, bajo ningún argumento, es justificable, como todo acto que lesione el clima de convivencia armónica que espera toda la población.
Lo cierto es que, tal como señalaba en aquella época el citado diario, las protestas, en lugar de disminuir, seguirán en aumento, porque el descontento por la situación social derivada de las políticas neoliberales, seguirá creciendo y ese acumulado de energía social, más tarde que temprano reventará desbordando la tranquilidad pública. Sería muy iluso pensar que haber elegido un presidente proveniente de tolda diferente a la tradicional oligarquía beneficiaria de dichas políticas, era suficiente para lograr la resignación y calma, que prefiere la mayoría de los actores sociales; el tema no es de, quien es el presidente, sino del modelo imperante en todo el mundo occidental y que en este país fue impuesto y es sostenido, por las fuerzas económicas internacionales.
La situación de
pobreza extrema y desesperanza, resultante después de 30 años de
neoliberalismo, con el consecuencial desempleo, desigualdad social, pobreza
extrema, daños mentales y deterioro emocional, trae como subproducto la
desintegración familiar y la descomposición social, se manifiesta en la pérdida
de valores y menoscabo de la moral, que desembocan en actos contra la misma
sociedad y que se convierten en fenómenos que no se terminan de un día para
otro con un simple cambio de las elites de poder o de gobernante.
La esperanza es que el modelo económico ya se está derrumbando en todo el mundo, como se ha visto en los síntomas ocurridos durante este año. Pero aun tarda algún tiempo para la explosión final, período en el cual la agudización de las contradicciones dialécticas, traerá mayor cantidad de situaciones lamentables para unos y para otros, donde los países dependientes, como los latinoamericanos, sentirán más duro el golpe de la coyuntura, aunque actualmente también en varios países europeos, como Francia por ejemplo, afrontan manifestaciones populares de descontento, que se han agudizado por cuenta del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
La desesperanza
nacional, que primero se expresó mediante el paro de 2021 y luego produjo la
movilización electoral, está latente, pero viva en la mente de la comunidad,
que sigue pendiente de los cambios prometidos por el nuevo gobierno. Pero
siempre, en cualquier lugar del mundo, y como se demuestra con los hechos
históricos, los efectos e impactos de las medidas gubernamentales tardan
algunos años y no se sabe hasta qué punto existirá la capacidad de aguante de
la gente, más cuando los defensores de la situación presente, que se sienten
perjudicados con los cambios, están desplegando todo tipo de ataques para
obstaculizar las medidas de interés general y bien común, que requiere el
desmonte del modelo neoliberal, el cual, al interior del país, solo alcanzará para
preparar el terreno, hasta tanto se produzca el desplome a nivel global. Mientras
tanto, será necesario tener claro y ser consciente de que las protestas no
cesarán.
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