El concepto
de populismo, que hoy es un poco confuso, tomó fuerza a mediados del siglo 19
por causa de los marxistas, quienes criticaron dicha postura como se puede
deducir del escrito de Carlos Marx “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. El
sectarismo de Marx no le permitía aceptar nada diferente a la revolución
socialista como fórmula para solucionar los problemas sociales de desigualdad y
pobreza y por eso rechazó todas las propuestas de economía popular, si eran
dentro del capitalismo, como hizo también con el cooperativismo de Roberto
Owen.
Después,
cuando los alemanes crearon el Estado Social por allá en 1890 mediante la Constitución
de Bismark, las necesidades del pueblo se convirtieron en objeto de las
políticas del Estado creándose así la Política Social y surgiendo el Estado del
Bienestar que se consolidó en los años treinta del siglo 20 y se fortaleció con
los soportes de Keynes. Simultáneamente, los temas populares pasaron del
terreno económico al terreno político y después de la segunda guerra mundial,
mientras en Europa se desarrollaban las economías socialistas, en Latinoamérica
surgían los gobiernos populistas de Vargas en Brasil, Perón en Argentina y
Rojas en Colombia, entre otros, que no causaban mayor malestar a los grupos de
poder, por esa época las multinacionales, a las cuales les convenía el elevado gasto
social para así tener volúmenes de venta. Para esta época no había motivo de
rechazo como lo hizo Marx, porque cabía en el marco del Estado Social.
Pero en los
años ochenta del siglo pasado cuando se transformó el sistema mundial pasando
del Capitalismo Empresarial al Capitalismo Rentista, el populismo se convirtió
en un pecado grave, como un delito, despreciado por la nueva teoría económica, que
después del Consenso de Washington comenzó a señalarlo peyorativamente y a
imputarle cargos de irracionalidad. El populismo es un enemigo del
neoliberalismo porque aumenta el gasto público y ya se sabe que el objeto final
de todas las posturas neoliberales es la disminución del gasto, sobre todo del
gasto social, el cual se debe focalizar, para lo que se utiliza el sisben. Ahora
sabemos que toda acción del Estado que ponga en riesgo el servicio de la deuda,
o sea los ingresos de los fondos de inversión y el capital de los rentistas,
debe ser combatido y atacado de manera implacable.
Lo cierto
es que las posturas Socialdemócrata y el Populismo son parientes cercanos y
ambos, constituyen la propuesta política que confronta a la postura neoliberal.
Hoy el Populismo constituye la esencia del Estado Social que, según los
fundamentos creados por los alemanes en 1890, debe asumir con sus recursos la
carga de satisfacer las necesidades de los más pobres, lo que, por supuesto,
tiene incidencia en la economía; pero si estuviéramos en el capitalismo
industrial como el del siglo pasado, nadie lo miraría como enemigo. Sino que como
estamos en el capitalismo rentista sustentado por el pensamiento neoliberal,
estos pensadores que no aceptan el incremento del gasto social por razones del interés
de los fondos y los rentistas agrupados en ellos, solo ellos y nadie más, sí consideran
que existe el peligro del populismo.
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