Con el ya prolongado paro de los maestros surge nuevamente en la
opinión pública la controversia entre quienes apoyan el suceso y quienes no lo
comparten, preocupados por el tiempo que los estudiantes pierden en su proceso
educativo. Algunos dicen que la discusión con el gobierno es puramente
monetaria porque a los funcionarios no les interesa la educación y a los
docentes no les interesa la calidad educativa, mientras los protagonistas dicen
que la protesta obedece al propósito de defender la educación,
independientemente de las condiciones pecuniarias de los maestros. En fin, hay
de lado y lado.
Pero lo que sí es cierto es el gran potencial que encierra el gremio
del magisterio como instrumento para apalancar los grandes cambios sociales.
Los maestros se dan lujo de mantener a su disposición durante once años, en todo
el día, a casi toda la población de jóvenes, justo, en época en que se está
presentando el proceso de formación, por lo cual tiene la capacidad de influir
en las mentes y en la definición de los principios y valores que rigen la
conducta individual de la persona en el marco de la vida social. Es decir, en
la formación de la conciencia social, idiosincrasia o cultura que llaman. Así,
con los debidos estudios y estrategias planificadas, se pueden formular
profundos objetivos de cambio, en esos aspectos dónde la cultura es factor
determinante.
Un caso relevante que podemos tomar como ejemplo es la cultura
política, donde se ubica la raíz de las quejas que de manera generalizada se
manifiestan por el comportamiento de los ciudadanos en materia electoral: el
voto movido por el interés personal dejando de lado el bien común y el interés
general, lo que ha llevado la práctica política a la compra de conciencias con
todo tipo de prebendas. Es desde la infancia y la juventud, cuando se puede
realizar la transformación del pensamiento para corregir las actuales
aberraciones que han desbocado en el degeneramiento del sistema político, el
momento apropiado para ejecutar una estrategia de ajuste a la cultura política
que corrija los actuales desvíos; pero no se está haciendo; y por el contrario,
la elección de los personeros estudiantiles se ha convertido en un mecanismo
retroalimentador de las actuales prácticas reprochables.
Al
Estado no le interesa ni le conviene que se modifique la cultura política; pues
sus funcionarios, precisamente, viven y se alimentan de las actuales
condiciones. Por ello no se puede esperar que las iniciativas de cambio surjan
del interior de los organismos oficiales. Pero es sensato pensar que, desde las
organizaciones gremiales, que son parte de la sociedad civil, surjan las
propuestas sobre estrategias para sacar al país del actual estado de caos, por
lo cual es procedente la idea de que sea ahora, cuando se debate el tema del
paro, cuando se consideren a fondo para el beneficio del país las
contribuciones del magisterio.
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