La naturaleza estableció los mecanismos que operan automáticamente
movidos por la fuerza instintiva, para mantener o conservar la vida en los
ámbitos donde esta se ha creado, los cuales también existen en la especie del
homo sapiens, esta que, por motivo de su desarrollo cerebral, ha interferido
las leyes de la naturaleza y los instrumentos instintivos para mantener la
vida. Uno de esos medios de conservación, que no es invento de alguien en
especial sino producto del instinto, es la comunicación, mediante la cual se
regulan las interacciones entre los individuos de la especie para que todos, en
conjunto, defiendan y amparen la comunidad biológica.
La ley natural, también, es el origen de los bienes y servicios que
tienen como finalidad satisfacer los requerimientos y necesidades que ha creado
la misma para la subsistencia de la especie por lo cual estos tienen carácter
público, como es el caso de la comunicación que da respuesta a la necesidad de
interacción entre los individuos para que, entre todos, mantengan las
condiciones de vida del conjunto. Por esa razón, la comunicación es un bien público,
porque es de interés general y compete a todos los individuos de la especie.
Con el tiempo, el pensamiento humano creo otros mecanismos, cuya génesis
se nutre de la ley natural, pero que se abrigan con factores establecidos para
lograr propósitos adicionales a los fines de la naturaleza, como es el caso del
periodismo, montado sobre la necesidad pública de la comunicación, pero que se
reviste de otros aditamentos ya no tan esenciales, pero impregnados de fuerzas
subjetivas y propósitos particulares sin proteger el bien común.
Así, el periodismo es una función pública, porque es de interés
general y nos compete a todos, por una parte, y porque es el reflejo directo de
la necesidad biológica de la comunicación entre individuos de la misma especie.
No obstante, desde cuando los bienes públicos se privatizaron con fines de
negocio y rentabilidad, los medios y canales por los cuales fluye la
información con destino a la comunidad y con el propósito de interferir la
opinión general, se alejaron de su carácter público y se concentraron en su
esencia privada.
En épocas de antaño, cuando la sociedad se liberó del yugo religioso y
el pensamiento se volvió laico, bajo el concepto de libertad se extendió la práctica
de utilizar la información como medio de cohesión social y de maniobrar la
conducta de los individuos en el marco de la vida colectiva. No existían las TIC,
por lo cual los medios de circulación de la información eran limitados y el
control de estos se convirtió en un factor de poder y dominación, con capacidad
de crear imaginarios a voluntad de los controladores de los mismos medios, que
determinaban la conducta social, y por ello se convirtieron en un poder más,
que sumaba a los tres poderes inicialmente establecidos en Estado Moderno bajo
los cánones de la democracia representativa.
Lo que diga la prensa se convirtió en un criterio de toma de
decisiones y con ello de alta influencia política, por su capacidad de manipular
conciencias y crear patrones culturales de alta incidencia social, hasta llegar
a convertir la información en un instrumento político capaz de propiciar
movimientos sociales masivos hacia fines preconcebidos, como ocurrió en la
Alemania Nazi y el señor Goebbels.
Hoy, ya se cuenta con las TIC y los medios tradicionales mercantiles
han disminuido su fuerza en la instancia ideológica, pero el mecanismo social
de la información para la conducción de masas, sigue siendo relevante, debido
al carácter natural de su esencia, de tal manera que el periodismo, sigue
siendo una función social de carácter público aunque se encuentre privatizado,
por lo cual requiere de un ejercicio revestido de la ética pública y sus
agentes, además, revestidos de la ética periodística, que se somete a las
reglas de la objetividad, la veracidad y la evidencia.
No obstante, la ideología de la postmodernidad, que ha acompañado todo
el engranaje neoliberal desde finales del siglo XX, también ha contaminado los
principios éticos que soportan la actividad profesional de esa disciplina, imponiendo
por encima de la ley natural, que prevaleció en la ideología de la modernidad,
la ley del mercado que hoy domina la ideología del siglo XXI.
Casos se ven y no se pueden
desconocer, en los que el ejercicio periodístico se orienta con otros
propósitos diferentes a los originales de la comunicación social y los fines de
interés público, como es el conocimiento de la propia realidad objetiva
existente en el ámbito social por parte de todos los individuos del conglomerado
humano, lo cual está conduciendo de manera vulgar a la construcción del baldón
del cuarto poder.