Todo
comenzó un 22 de febrero de 1990, cuando en época del Presidente Barco, se
expidió el Documento Conpes 2465 titulado “Programa de Modernización de la
Economía Colombiana”, el cual obviamente, fue producto de la presión de los
organismos multilaterales para corresponder a los intereses de los grupos de
poder económico mundial, en este caso, los fondos y la banca de inversión. Se
implantó el modelo de apertura económica, que sólo para comenzar, tendría un
proceso de liberación de importaciones, pero que, como se ve en la realidad,
parece que se quedó sólo en eso.
Transcurrido
un cuarto de siglo, ha sido más que suficiente para acumular factores al
interior de la economía que no permiten alcanzar las expectativas que se
crearon con el modelo, cuando se nos dijo que, si se insertaba el país en la
economía mundial, llegaría a Colombia el desarrollo y la prosperidad que
acabaría con la pobreza y las causas objetivas de la violencia. Puro cuento.
Hoy,
a raíz del precio del dólar que ya sobrepasa los 3 mil pesos, podemos sacar
conclusiones sobre la bondad del modelo de crecimiento hacia afuera, utilizado
como argumento conceptual para la imposición de las conveniencias del
Capitalismo Rentista que, recién en esa época, se estaba introduciendo. En el
largo plazo se fueron realizando los cambios estructurales en el aparato
productivo del país, incrustándose los factores de dependencia del exterior y
perdiendo autonomía, hasta el punto que, y al contrario de lo que ha sido la
historia económica del mundo, la devaluación de la moneda nacional ha traído
más perjuicios que beneficios.
Se
espera, por lo menos en teoría, que el incremento del precio de la divisa
propicie aumento de las exportaciones por mejoramiento de la competitividad,
que aunque no es real sino artificial ocasionada por la situación cambiaria, de
todos modos trae aumento de las ventas para la producción nacional y con ello
aumento del empleo y fortaleza del aparato productivo. Pero no; eso no está
ocurriendo en Colombia.
Con
el tiempo se fue consolidando un aparato
productivo altamente dependiente de las importaciones, por el desecamiento de
los sectores primarios, principalmente el agropecuario, y la incapacidad del
país de generar su propia tecnología, aunque sea la elemental para las ramas
tradicionales. Hasta la producción de pan está condicionada a las importaciones
de trigo, levadura, hornos, batidoras, molinos, etc.
Ahora, el alto precio del dólar eleva el costo
de vida por efecto de los productos importados y simultáneamente las
exportaciones no crecen, porque se han empotrado fallas estructurales agravadas
por la pérdida de soberanía del Estado en materia económica, impuesta por las
fórmulas neoliberales, que no le dejan fijar el precio del dólar ni emitir
dinero, por lo que el organismo se convierte en un simple espectador de la
cosecha de la apertura económica.